Vida
Publicado el miércoles, 23 de octubre del 2024 a las 15:40
Ciudad de México.- Les voy a contar una leyenda corta, esto me ocurrió una vez mientras viajaba en carretera de regreso a mi hogar.
Recuerdo que ese día las lluvias habían provocado que la autopista de cuota fuera cerrada.
Por ese motivo, tuve que tomar el camino libre.
Por supuesto, el asfalto y los señalamientos estaban sumamente descuidados, como si nadie les hubiera dado el más mínimo mantenimiento en años.
Más cómo acababa de adquirir neumáticos nuevos, no le di importancia a eso y proseguí mi ruta.
A los pocos minutos de entrar en ese nuevo camino, escuché un ruido muy fuerte proveniente de la parte trasera de mi vehículo.
– Maldición seguramente le pegué a una piedra. Pensé.
El carro se comenzó a balancear erráticamente y yo no podía controlarlo, dado que la dirección estaba trabada. Jalé el freno de mano, con la esperanza de frenar la velocidad, sin embargo, las cosas empeoraron y el automóvil se enfiló hacia el precipicio.
Aterrado pero a la vez pensando en la mejor opción que tenía para sobrevivir, me arranqué el cinturón de seguridad y abrí la portezuela. De un brinco abandone la unidad, instantes antes de que ésta se estrellara contra un muro de contención y cayera al vacío sin remedio.
El impacto que tuve al caer contra el suelo, fue horrible, pude oír cómo algunos de mis huesos crujían. El dolor era tal que únicamente alcancé a ver que en el cielo el sol intentaba salir. Después de eso, me desmayé.
Desperté en una clínica local y la enfermera que estaba cuidándome me comentó:
– Tuvo mucha suerte, casi nadie sale vivo de la curva Herminia.
– ¿Qué es eso? Pregunté.
– Es el sitio exacto en el que sufrió el accidente. Le decimos curva Herminia porque allí murió hace más de 50 años asesinada una muchacha que se llamaba así.
– ¿Cómo murió?
– La mató su novio en un arranque de celos y tiró su cuerpo en ese lugar
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