Nacional
Por El Universal
Publicado el viernes, 8 de mayo del 2009 a las 13:33
México.- En el capítulo llamado Cuba, de su libro Derecho de réplica, Carlos Ahumada narra cómo se logró la grabación del entonces tesorero de Gobierno del Distrito Federal, Gustavo Ponce, en una mesa de juego de un casino de Las Vegas.
En su versión de los hechos, el empresario mexicano de origen argentino revela que no fueron agentes de inteligencia extranjeros ni nacionales los que captaron al funcionario cercano a Andrés Manuel López Obrador jugando y apostando, sino un sistema bastante menos sofisticado.
“El 20 de febrero de 2004 desperté muy inquieto, muy angustiado. Lo recuerdo como si fuera ayer. Le comenté a Ceci [esposa de Ahumada] que saldría de viaje por unos días. La había puesto al tanto de la situación en los últimos dos días. Le pedí que fuera por unos papeles a la oficina. En tanto, recibí en la casa a un amigo, Rafael Solórzano Kruker, a quien le comenté que venían días difíciles, que no se preocupara, que era una situación pasajera. Le dije que tal vez no me podría comunicar con él, pero en 15 días, a más tardar un mes, nos volveríamos a ver. Esto fue debido a una situación de negocios que tenía con él y sentía la obligación de hacerlo de su conocimiento, para que no se enterara por los medios de comunicación.
Cancelé un desayuno que tenía esa mañana con Aarón Ditcher, en aquel entonces subsecretario de Transporte, y con Leonardo Sánchez Dávalos, dueño de Aerolíneas Azteca. Estuve toda la mañana haciendo y recibiendo llamadas. Juan Collado me hablaba cada tres minutos. Quería que fuera a ratificar la denuncia de hechos contra funcionarios del Gobierno del Distrito Federal, por extorsión. Le dije que sí, que no había ningún problema. Me informó que eso sería en el hotel Presidente, que Diego Fernández de Cevallos me estaba esperando ahí.
Le propuse ratificar la denuncia en la Fiscalía de Asuntos Electorales, ubicada cerca de mi casa, sobre Periférico, porque tenía el tiempo muy justo. Ese mismo día tenía planteado salir del país. La fiscal María de los Ángeles Fromow, era una persona conocida por mí, de toda la confianza del procurador [Rafael] Macedo de la Concha, así que se podía garantizar la secrecía que el asunto ameritaba y yo podía ahorrar tiempo. Sin embargo, Juan insistió: “No, dice Diego [Fernández de Cevallos] que por favor vengas de inmediato”.
Me demoré un poco más, fui para allá y, efectivamente, en el hotel Presidente, me estaba esperando Juan. Diego estaba sentado en unos sillones de la recepción con Eduardo Medina Mora, el entonces director del Cisen y actual procurador general de la República. Me vio, me guiñó el ojo y me señaló hacia arriba. Juan me dijo: “Ven, ven; Diego nos va a alcanzar aquí arriba”. Subimos al centro de negocios y ahí estaba el delegado de la PGR en el DF, Rolando Villaseñor López, acompañado por dos o tres personas más. Los saludé. Ya tenían el escrito hecho. Fue cuestión de unos cuantos minutos: firmé, bajé y me fui.
Regresé a mi casa. Tuve una reunión con mis colaboradores más cercanos. Les pedí que no se preocuparan. Desde hacía algunos días ellos percibían que algo estaba sucediendo. Les dije que me ausentaría unos días, pero que todo estaría bien. Así lo creía, no les mentí para tranquilizarlos….
…. En la mañana le había pedido a Ceci que comiéramos los cinco juntos, porque saldría de viaje esa tarde. Esperé a que llegaran los niños de la escuela y les dije que tenía que ir de negocios a España. Ellos no sabían lo que estaba sucediendo y juzgué que no tenían por qué enterarse. Fue una comida tensa, con un clima de incertidumbre, de melancolía y tristeza. Sin motivo aparente, no podía dejar de pensar que tal vez fuera la última vez que los veía. Recuerdo que comimos taquitos dorados de los que venden en el súper, por cierto deliciosos, de pollo y frijoles, con crema y salsa. Es el único recuerdo grato que tengo de esa comida. Mis hijos no me lo dijeron, pero creo que percibieron que algo andaba mal; lo vi en sus caritas, en sus ojos”.
Las Vegas, febrero 21(el video de Ponce)
… Después de la comida seguí atendiendo llamadas. Ya entrada la tarde, salí rumbo al aeropuerto de Toluca. Desde ahí viajaría esa misma noche a Las Vegas, en un vuelo privado. ¿Por qué a Las Vegas? Porque ese fin de semana se encontraba allá Gustavo Ponce. Por su parte, Diego Fernández de Cevallos y Ramón Martín Huerta me aconsejaron que no despertara la más mínima sospecha en él o en cualquier otra persona.
Sabía que ya no regresaría al país, o por lo menos no a la ciudad de México, por lo que le pedí a una de mis colaboradoras de más confianza, Lidia Uribe, que me acompañara a dicho viaje, tenía que darle algunas instrucciones para los días que venían.
Salimos de Toluca aproximadamente a las 10, 11 de la noche, y llegamos a las 2 ó 3 de la mañana a Las Vegas. Alcancé a ver que Gustavo estaba jugando. Lo saludé nada más con la vista. Habíamos acordado no saludarnos en público y vernos al día siguiente para desayunar en su suite. Así lo hicimos. En el desayuno me preguntó si sabía de algo que estuviera pasando, porque el miércoles que le había pedido permiso a Andrés para irse a Las Vegas lo había sentido muy inquieto. Le dije que no sabía nada.
Como yo había viajado en un avión privado, Gustavo me pidió que llevara de vuelta a la ciudad de México cientos de miles de dólares en efectivo. Le dije que no, que nunca le había hecho ningún favor de ese tipo y además los días estaban muy difíciles, así que era imposible. Entonces me comentó: “Bueno, es que me siento observado, y necesito regresar este dinero”. Y yo repuse: “Discúlpame, Gustavo, pero eso sí no puedo”. Nos despedimos, quedamos en hablarnos después y eso fue todo.
Ese día me quedé en Las Vegas porque había una persona, un colaborador mío, ayudando a los agentes del Cisen que estaban ahí. Tenía la tarea de tomar los videos de Ponce, para posteriormente entregárselos y que se dieran a conocer públicamente por la televisión el lunes 1º de marzo.
Mi colaborador estaba hospedado en otra habitación del hotel. Estaba aterrado, pero me ayudó en todo. Es importante aclarar que la grabación no se hizo con equipo sofisticado ni lo hizo la CIA ni la DEA ni alguna institución de Estados Unidos. La realizó un colaborador mío con una cámara de video común y corriente, la cámara iba adentro de una cartera de cuero negro, a la que se le quitó un pedazo en uno de los costados, justo en donde quedaba la lente, y se le puso una mica transparente. La traía bajo el brazo y así fue como grabó a Gustavo Ponce”.
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