Nacional
Por El Universal
Publicado el lunes, 5 de septiembre del 2011 a las 00:00
México, DF.- Luis Ángel reconoce que le cuesta trabajo decir que no cuando alguien lo invita a beber alcohol. Pese a esa fuerza de voluntad que no le ayuda, lleva hasta hoy 45 días sin ingerir alguna bebida que lo embriague. “Tomaba porque me entraba el sentimiento, porque me dejó la mujer, por problemas en la casa, en ocasiones ya me ponía agresivo”.
La adicción de Luis Ángel empezó hace dos años, bebiendo mezcal. El fin de semana se juntaba con sus amigos para conseguir dinero y mandar a alguien más a comprar el alcohol. Fue hasta que casi llega a los golpes con su padre, cuando su mamá decidió llevar al joven de 14 años a un espacio para iniciar su recuperación.
Con su voz en transición de niño a adolescente narra, identificándose con un nombre distinto, cómo fue su primer contacto con el alcohol. A los 12 años en una fiesta “tipo reguetón”, él y sus amigos de calle bebieron aguas locas, una combinación del barato mezcal Tonayan y saborizante en polvo.
“En las fiestas empecé por beber alcohol, pero también había activo (pegamento para material plástico conocido como PVC), limpiador para PVC y mariguana. Todo lo consumí”, dice Luis Ángel.
De acuerdo con los resultados de la Encuesta Nacional de Adicciones 2008, la última referencia estadística que se tiene a nivel nacional, 27 millones de mexicanos consumen alcohol en grandes cantidades; un tercio de ellos son menores de 18 años.
De esos 27 millones, hay 4 millones 200 mil mexicanos que cubren el criterio de dependencia, lo que significa que tienen un patrón de consumo de más de un año sin control, rebasan las cinco copas por ocasión y al menos lo consumen una vez por semana.
Dentro de los 4 millones 200 mil, hay 393 mil menores de 18 años que tienen patrones de dependencia en México: 246 mil hombres y 147 mil mujeres. La edad promedio de inicio en el consumo de alcohol es 14 años, y para el consumo de drogas es de 16.
Todo empieza en la fiesta
Ricardo Nanni, siquiatra y adictólogo de la Sociedad de Especialistas en Salud Mental y Adicciones de México, explica los múltiples factores que pueden incidir en niños-adolescentes para caer en el consumo de alcohol: bajo rendimiento escolar, cambio frecuente de instituciones educativas, compañeros que propicien el gusto por el alcohol por generar un sentido de pertenencia.
A nivel personal, influye presentar trastornos mentales como depresión, ansiedad y déficit de atención. En lo familiar, la violencia, la poca comunicación con los padres, el consumo de alcohol en casa o progenitores permisivos que favorecen el consumo.
En el ámbito social hay, además, una gran aceptación y accesibilidad a alguna bebida alcohólica. Los estudios indican que los menores de edad inician de manera habitual por diversión, pero cuando se quedan en la dependencia, la mayoría presenta un contexto de dolor y necesitan alcohol para seguir funcionando.
Luis Ángel no quiere ser adicto a las sustancias. Acude a un Centro de Integración Juvenil (CIJ), una asociación civil incorporada al sector salud federal que atiende el consumo de drogas en los jóvenes, a través de sus 113 CIJ distribuidos a lo largo de todo el país.
Carmen Fernández Cáceres, directora general de los CIJ, informa que atienden a 80 mil personas, de las cuales 30 mil son familiares y 50 mil pacientes.
De este último número, 50% son menores de 19 años. El 90% de los casos que reciben tuvieron como droga de inicio el alcohol. Una modalidad consiste en mantener una terapia familiar por semana, donde especialistas intervienen en casos severos pero que pueden ser revertidos con mayor éxito en menos tiempo. Ahí se les medica bajo su voluntad para desintoxicarlos, y deben permanecer mínimo 10 semanas. Vicente P., quien pertenece a la Central, explica que en todo México hay 14 mil 600 grupos de AA, donde se calcula que 200 mil alcohólicos están en proceso de recuperación, y aunque no llevan estadísticas, dice que en cada grupo de 10 personas, dos son jóvenes (unos 40 mil menores de edad que acuden a estas sesiones). Sí se puede estar ‘limpio’
Cuando Sofía tenía 18 años llegó a un grupo de esos luego de haber mantenido por cinco años una adicción al alcohol con consecuencias que la llevaron al hospital intoxicada, que la hicieron tener accidentes automovilísticos y una vida de permisividad sexual de la que hoy se arrepiente.
Hoy, a sus 20 años coordina un grupo de AA, donde a través de 12 pasos o principios de naturaleza espiritual, el enfermo se puede liberar de la obsesión de beber y transformarse en un ser íntegro, útil y feliz. “Era superatascada, no había actividad que no hiciera drogada”, reconoce.
El caso de Toni no ha llegado a este extremo. La joven de 16 años fue llevada por su padre a uno de los 323 Centros Nueva Vida del Sector Salud que existen en todo el país y donde se atiende el uso incipiente de drogas, es decir, cuando no hay una dependencia pero se experimenta con ellas.
“Las fiestas o reuniones eran cada ocho días. Decíamos: ‘Se me antoja un trago’ e íbamos a tomar a una casa vacía, a billares. Era divertido, nos poníamos a cantar banda. En las fiestas, preguntábamos si iba a haber y si no, nosotros llevábamos”, platica Toni.
“El consumo de alcohol se ve en la sociedad como una baja percepción de riesgo; los padres se asustan muchísimo cuando hablamos de drogas ilegales, de repente no consideran al alcohol como un peligro o daño porque la ingesta se ha convertido como en una parte misma de la celebración, es decir, sin alcohol perciben que no hay fiesta”, advierte Celina Alvear, directora general de los Centros Nueva Vida.
A Toni se le acabó la fiesta cuando llegó a la escuela con aliento alcohólico y mandaron llamar a su padre, quien de inmediato la llevó a Nueva Vida. “Desde el primer día que llegué la doctora me empezó a mostrar imágenes de un cerebro normal y otro que había consumido alcohol, estaba consciente de que tomaba mucho y que no era bueno tomar. Me dije: ‘No quiero tener un cerebro así, si pienso tener un futuro’. Lo primero que aprendí es a decir que no a una invitación a tomar”, cuenta Toni.
La sicóloga Leticia Ortiz recibió a Luis Ángel en un CIJ. Dice que, dependiendo de la gravedad del caso, pueden aplicarse tres modelos de atención, luego de haber hecho una valoración económica, sicológica y siquiátrica.
La segunda es acudir diariamente a un Centro de Día, donde permanecen de 11:00 a 15:30 horas. Ahí favorecen el desarrollo de habilidades, la tolerancia a la frustración, la constancia, la delimitación de reglas, la disciplina y la figura de autoridad. Como última alternativa se llega al internamiento para las personas que tienen un síndrome de abstinencia muy fuerte y que carecen de redes de apoyo familiares o sociales, lo que puede hacerlos recaer con mucha facilidad.
La Central Mexicana de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos (AA) ha identificado que cada vez llegan más menores a sus
grupos.
La única condición para estar en AA es por voluntad propia, querer dejar de consumir alcohol o drogas ilícitas.
Sofía mantiene en su memoria como experiencia de entendimiento y aprendizaje cómo a sus 13 años en una fiesta con sus primos se tomó a escondidas 5 shots de tequila y dos de ron. Media hora más tarde padeció de lagunas mentales. A los 14 probó la mariguana y a los 16 años los ácidos.
Cristela Castruita Huerto, sicóloga del Centro Nueva Vida México-España, lugar a donde Toni acudió, explica que atienden de manera especial a jóvenes de entre 12 y 18 años.
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