México.- Era como una sesión con TID. Con Trastorno de Identidad Disociativo. Con una afección de múltiple personalidad que involucraba a diputados y senadores. Una sesión de Congreso con dos personalidades. Una sesión bipolar…

Unos estaban de luto. Otros estaban de fiesta. Unos veían una realidad, otros percibían una distinta. Unos portaban, en las solapas de sus trajes, moñitos negros en señal de duelo; otros no podían desaparecer de sus rostros sus amplias sonrisas. Unos, con rostros circunspectos, erguían pancartas fúnebres en el salón de sesiones de San Lázaro, donde se instalaba la 62 Legislatura; otros, con semblantes exultantes de alegría, ondeaban banderitas mexicanas. Unos hablaban de “imposición”; otros, de “triunfo legal”. Cada quien mirada…

Eran, los del duelo, legisladores obradoristas (PRD, PT, Movimiento Ciudadano); y eran, los de la fiesta, legisladores peñistas (PRI, Verde, Nueva Alianza). Y ahí, en ese duelo sonoro, había unos seres más: los apagados, los panistas, silenciosos que andaban en un tercer lugar, en una tercera dimensión: se mostraban expectantes, y a ratos, se sumergían en el intento de elaborar frases que ilustraran una realidad más: la de un optimista balance sexenal.

–¿Están de luto? –se le preguntaba al senador perredista Alejandro Encinas mientras andaba por un pasillo.

–Sí, sí estamos de luto. Está de luto la democracia en México… –respondía mientras procuraba, sin éxito, sonreír.

–¿Están de duelo? –se cuestionaba al líder nacional del PRD, Jesús Zambrano.

–Sí, estamos de luto, como todo el país, por la muerte de la democracia… –contestaba decaído.

Esos eran unos, los de las exequias. De pronto llegaban los otros, los del reventón.

–¿Cómo se sienten? –se le interrogaba a Emilio Gamboa, el coordinador priista en el Senado.

–¿Cómo nos veees? –devolvía, con mirada de júbilo y sonrisa socarrona. Luego agregaba: “¡Muuy bien!”

–Que ganaron 7-0… –se le comentaba, en alusión al voto de los magistrados del Tribunal Electoral.

–¡Sí, ganamos 7-0! ¡Ganamos, y por goleada!

Entre los deudos, Ricardo Monreal, ex coordinador de la campaña de Andrés Manuel López Obrador, era el más dolido en tribuna. Cuando tomaba la palabra para hacer el posicionamiento del Movimiento Ciudadano, decía con tono sarcástico:

“El Tribunal Electoral subastó las elecciones: ganó el que más dinero ilegal usó, el que más votos compró. Llegará el momento en que no habrá ya elecciones constitucionales, sino subastas. Ellos (los magistrados) mandaron al diablo a las instituciones”.

Entre los fiesteros más prendidos destacaba el tribuno del Partido Verde, quien, sin recato, soltaba:

“Estamos felices porque México tiene Presidente Electo y es Enrique Peña Nieto”.

Cuando tomaba la palabra la priista Adriana Hernández, un grupo de perredistas, encabezado por Martí Batres, se subía a la tribuna, colocaba un gran moño negro y erguía sus mantas de dolor.

Lo demás, era lo de menos: se decretaba un receso, el secretario de Gobernación, Alejandro Poiré, entregaba el último Informe de gobierno en el salón de protocolos, y cada quien a lo suyo: unos a continuar su duelo, otros su fiesta.

–Ellos andan de duelo y ustedes de fiesta, ¿no? –se le comentaba al diputado priista por Sinaloa Blas Rubio. El hombre no forma parte de la aristocracia legislativa de camionetas blindadas y guardaespaldas. Él buscaba afanosamente un taxi frente a la puerta 1 de San Lázaro.

–Así es este negocio… –respondía.