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Por
Maricela Jiménez
Publicado el jueves, 3 de febrero del 2011 a las 16:00
Saltillo, Coah.- A las 4 de la mañana la actividad inicia en el cruce de las calles Lafragua y Pérez Treviño, en donde doña Angélica Coronado Morquecho, en compañía de su esposo, Gerardo Valdés Ramos, empieza con la preparación de 16 guisos para vender en tacos y gorditas en su restaurante llamado La Cocina de Angélica, lugar muy conocido y frecuentado por estudiantes, trabajadores y todo tipo de gente deseosa de un poco de calor de hogar.
VER VIDEO: 24 horas con… una cocinera
La buena sazón de doña Angélica es bien conocida, pues desde hace 7 años recibe con gusto a quien acude a comer a su restaurante, ya muy popular por su buen servicio, eficiencia y por lo amplio del céntrico sitio.
Para ella, el día comienza a las 4, hora en que se levanta para a las 4:30 horas estar ya en su local para empezar con la preparación de papas con chorizo, huevo con jamón, frijoles, discada, chilaquiles, queso en salsa y 10 platillos distintos más.
“Lo primero que hago cuando llego es poner los chiles y tomates para la salsa, después amaso para las tortillas, hacemos de harina blanca y también integrales”, explica.
Una vez iniciado el movimiento, la señora Angélica ya no para en todo el día, pues a las 6 empiezan a llegar los empleados, y a las 7 los clientes, algunos de los cuales tienen fama de madrugadores y desde antes piden su almuerzo.
Cuando las cocineras hacen su arribo, la enorme cocina se llena de olores: huevo, chorizo, frijoles, papas y chicharrón, pero los guisos quedan listos poco antes de las 7, hora en que se abre el local y se recibe a los comensales.
También La Cocina de Angélica da servicio a domicilio, pues envía pedidos de tacos y gorditas a distintas oficinas de Gobierno del Estado ubicadas en el Centro de la ciudad, o a otros lugares aún más lejanos, en donde los trabajadores “no perdonan” su almuerzo, dice ella.
Existen momentos del día, revela, en que sus 14 empleados, Angélica y su marido, no pueden atender a toda la clientela, la que abarrota las cerca de 20 mesas con las que cuenta el local, que fue ampliado el año pasado.
“El local lo ampliamos el año pasado, porque vimos que ya no cabíamos, y poco a poco nos fuimos haciendo más grandes”, señaló.
Ahora cuentan con casi 20 mesas y emplean a 14 personas, entre cocineras, lavaplatos, meseras y demás personal, pues sus expectativas fueron superadas y la clientela le llega por cientos, desde las 7 de la mañana hasta la 1 de la tarde.
Una a una, las cinco enormes parrillas de la cocina se llenan de testales y tortillas de harina paloteadas por Angélica y sus empleadas, quienes son afamadas cocineras y contratadas después de entrevista de la señora y su esposo, pues los clientes son muy exigentes.
Pero es alrededor de las 10 de la mañana cuando la actividad está en efervescencia, pues la gente llega por montones, pidiendo mesa y ordenando tacos o gorditas, por lo que el local se abarrota y ni las meseras ni las cocineras parecen darse abasto.
Cerca de las 12 del día, cuando suponen que la mayoría de la gente ya probó el primer alimento, otro buen número de personas llega con doña Angélica, preguntando uno de ellos con mucha familiaridad “¿Tiene de chicharrón?”, a lo que ella responde afirmativamente.
Dice que ya conoce a su gente, pues hay personas que todos los días la visitan, solas o acompañadas, y apenas con atravesar la puerta, ella sabe lo que pedirán, pues los atiende la mayor parte del tiempo, ya desde hace años.
“Yo ya los conozco, hay un muchacho que siempre me pide sus gorditas de discada y cuando anda con mucha hambre, su platillo de cuatro guisados”, comparte la señora de la buena sazón.
Algunas personas la visitan en solitario, pero eso no es impedimento para comer o pasar un buen rato, pues la comodidad del local, acondicionado con mesas redondas y cuadradas de tamaño familiar, los hace sentir como en casa.
Además, hay televisiones en cada una de las habitaciones en las que se divide el restaurante, cuadros como aquellos que acostumbran poner las mamás en casa, floreros, manteles de cuadros, y la comida se sirve en platos de vidrio, y el café en taza, algo valorado por los visitantes.
Mientras rellena unas gorditas, platica que hace siete años su esposo quedó desempleado y tuvieron que idear una manera de seguir llevando dinero a la casa, pues sus cuatro hijos se encontraban estudiando y no podrían prescindir de la escuela, por lo que optaron por abrir la cocina económica.
“Mis hijos ya están grandes, pero cuando nos quedamos sin trabajo necesitábamos el dinero y empezamos con un localito, después nos ampliamos”, señaló la mujer.
Siendo el arte de la cocina algo que siempre ha disfrutado, para doña Angélica no fue difícil familiarizarse con grandes vasijas y guisos hechos casi para un regimiento, pues a diario gastan decenas de kilos de harina, frijoles y huevo.
Sin duda, algo que le ayudó es el apoyo de su esposo, don Gerardo, quien al igual que ella, atiende el teléfono para recibir los pedidos que serán llevados a algunas oficinas, o supervisa las mesas de la sala, pues su mujer poco abandona la cocina.
Ahora, comenta la señora, ya no se mete tanto ni se acerca igual a las vasijas, pero anteriormente era ella la que personalmente hacía cada uno de los guisos, aunque a la fecha, la salsa, las tortillas y los frijoles, siguen corriendo por su cuenta.
Cerca de la 1 de la tarde, cuando el fondo de las vasijas ya se está asomando, señal de que se terminó, empiezan las empleadas a desocupar ollas y a pasarlas para el lavaplatos, ya que deben quedar listas para el día siguiente.
Doña Angélica y don Gerardo se ocupan de hacer cuentas; sumar, restar, multiplicar y definir qué es lo que hace falta para surtir y seguir dando el servicio al que su público comensal, desde la persona más humilde hasta el afamado funcionario, está acostumbrado.
Mientras tanto, las empleadas limpian mesas, barren y trapean el piso, limpian baños, y al interior de la cocina se desocupan platos y ollas, se lavan las parrillas, las vasijas y el suelo, así como las mesas en donde se amasa.
Para doña Angélica, su día laboral, aquel en el que corre de un lado para otro: voltea la tortilla del comal, guisa unos huevos, le menea a una vasija, atiende el teléfono, toma un pedido, saluda a un cliente; termina a las 2:30 de la tarde, hora en que se encamina a su casa para seguir con el quehacer doméstico.
De buen sabor
Cada día, en La Cocina de Angélica se usan:
»400 huevos
»6 kilos de frijol
»25 kilos de harina
Algunos guisos:
»Papas con chorizo
»Papas con huevo
»Huevo con jamón
»Huevo con chorizo
»Huevo con salsa
»Chilaquiles
»Discada
»Queso con rajas
»Chicharrón prensado
Contacto
»Si usted quiere probar la buena sazón de doña Angélica, puede acudir a su restaurante en Lafragua esquina con Pérez Treviño, o hacer un pedido al teléfono 410 7616.
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