Internacional
Por Notimex
Publicado el sábado, 27 de febrero del 2010 a las 21:52
Santiago.- Desperté al primer movimiento, incluso pensé que estaba soñando, pero no, la lámpara se movía como jamás la había visto y Valentina me dijo “está temblando”, pero todo fue entre sueños de manera vaga, ambigua, impersonal.
Ella se aferró a mi brazo, tan fuerte como es, y en ese momento me mostró un rostro que hace 27 años no había visto, fue como si el terremoto nos hubiera interrumpido haciendo el amor.
De hecho, yo la besaba y ella acariciaba mi rostro y su mano suave me decía algo, casi me susurraba al oído algo que yo escuche 17 años antes en una playa en Pichilemu, en la cual las olas transitaban al compás del viento que las movían.
Le hablamos a Patricio, nuestro hijo, y él nos dijo que en su departamento, que era el nuestro, el terremoto estuvo a punto de aplastarlo con todos los cuatro pisos superiores, con todo y el piano que tiene nuestro vecino de arriba.
De hecho, el piso de arriba se nos estaba cayendo, nos caían encima los trozos de la estructura interior, se despedazaba la capa de yeso que cubre de artificios nuestros espacios interiores.
Nikita intuyó de antemano todo lo que iba a pasar, lo supe cuando la vi mirándome exactamente dos segundos antes de que la tierra temblara.
Cuando el terremoto comenzó, Nikita estaba ahí, esperándonos, sabiendo en estricto sentido de la vida nos habíamos salvado.
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