Nacional
Por Agencia Reforma
Publicado el lunes, 30 de enero del 2012 a las 16:00
México.- Amarrado al poste de una palapa, con las manos esposadas, envuelto en una cobija corrugada blanca, empapado, José Heriberto Rojas Lemus, un joven de entre 20 y 25 años originario de Uruapan, Michoacán, murió la noche del 25 de julio de 2008, posiblemente de un paro cardiorrespiratorio, luego ser torturado con descargas eléctricas en una palapa de las instalaciones militares de la Tercera Compañía de Infantería No Encuadrada (CINE), en Ojinaga, Chihuahua.
Su cuerpo fue incinerado horas después con 60 litros de diesel por oficiales y soldados de la Tercera CINE en un rancho llamado El Virulento, a unos 100 kilómetros de la carretera Ojinaga-Camargo, y sus cenizas esparcidas en un arroyo por los mismos oficiales y soldados.
La tortura y ejecución extrajudicial del Rojas Lemus es sólo un episodio más de una serie de crímenes, violaciones a los derechos humanos y abusos cometidos por elementos de la Tercera CINE, entre abril de 2008 y agosto de 2009, cuando estaban bajo las órdenes del general de brigada diplomado de Estado Mayor Manuel de Jesús Moreno Aviña y del teniente coronel diplomado de Estado Mayor José Julián Juárez Ramírez.
El general de brigada Moreno Aviña estuvo presente en las instalaciones de la Tercera CINE en el momento en que se perpetró la tortura de Rojas Lemus y avaló la tortura de un número no determinado de civiles que eran detenidos arbitrariamente y llevados a las instalaciones de la Tercera CINE, de acuerdo con el testimonio de soldados y oficiales que declararon haber participado en hechos.
En su declaración ante el Ministerio Público Militar en la causa penal 1982/2009, registrada en la sentencia de amparo 151/2010 del Juzgado Décimo de Distrito de Mazatlán, Sinaloa, el mayor de infantería Alejandro Rodas Cobón, entonces segundo comandante de la Tercera CINE, asegura que el general de brigada Moreno Aviña dio la orden de desparecer el cadáver del joven Rojas Lemus al teniente de infantería Jesús Omar Castillo.
La muerte del joven fue comprobada por el capitán primero cirujano dentista Luis Mario Victoria Ordaz y luego por el Capitán Primero Médico Cirujano Héctor Hernández Gutiérrez, quien escuchó su corazón, le tomó el pulso e intentó reanimarlo con masaje cardiaco. Cuando informó al mayor Rodas Cobón que había que trasladarlo a un hospital, éste, asegura el médico en su declaración, se negó y contestó: “Está bien doctor, ahí le hace un certificado y le pone que murió por sobredosis”.
Testimonios de oficiales y soldados de la Tercera CINE asentados en la sentencia de amparo 151/2010 coinciden en señalar que la llegada en abril de 2008 del general de brigada Manuel de Jesús Moreno Aviña a la comandancia de la Guarnición militar de Ojinaga, y la del teniente coronel José Julián Juárez Ramírez a la jefatura de la Tercera CINE, fue el inicio de un régimen de terror, en el que se alentaron y cometieron detenciones y cateos ilegales, privaciones de la libertad, torturas, ejecuciones extrajudiciales, venta de droga, extorsiones, además de que regularmente se llevaban a cabo reuniones en las que se ingerían bebidas alcohólicas con presencia de prostitutas dentro de las mismas instalaciones militares.
Régimen de terror Los abusos El tráfico ‘No tenemos orden de disparar’
Parado sobre la carretera Culiacán-Navolato, el general de división Moisés Melo García, responsable del despliegue militar en Sinaloa y Durango, asegura enfático que ningún soldado tiene la orden de disparar en un retén si antes no ha sido agredido.
“Mucha gente tiene la idea de que nosotros tenemos la orden de disparar. No, no, no. No es la finalidad tener la confrontación con ellos”, indica.
En el Ejército, asegura, existe un protocolo de cómo los elementos deben de comportarse en los puntos de revisión, en donde el uso de armas de fuego es el último recurso.
“Mientras ellos (los automovilistas), no hagan una acción agresiva hacia nosotros -se podrían haber pasado porque venían distraídos, por la velocidad, por muchas cosas- salvo que de ellos viniera la agresión, entonces el personal puede actuar, pero por defender la vida”, dice.
En La Joya de los Martínez, Sinaloa, en el 2007, se denunció uno de los primeros casos de excesos cometidos por militares en un punto de revisión, luego de que un grupo de elementos dispararan y mataran a una familia que no atendió la indicación de detener el vehículo en el que viajaban.
Mientras supervisa el funcionamiento del puesto de control, Melo García indica que el procedimiento que siguen es que el personal se despliega a lo largo de 400 metros, 200, 100 y 50 metros antes del punto de revisión se colocan anuncios visibles indicando que se trata de un retén.
Personal militar con un banderín hace la indicación de reducir la velocidad y de manera aleatoria se elige a quién se revisa y a quién no.
El general pide a los elementos que desplieguen un armazón de acero que está comprimido sobre la orilla de la carretera, al retirarse se levantan unas puntas que están distribuidas en zigzag y que están ahuecadas para permitir el paso del aire.
“Es una trampa israelita, a quien no atiende la indicación de detenerse se le pone de inmediato y se le ponchan las llantas”, explica.
En este puesto de control, instalado a un kilómetro de la desviación hacia Los Mochis, señala el Capitán Miguel Ángel Nava, está integrado por 60 elementos, los cuales han colocado sacos de arena para parapetarse y han distribuido camionetas tipo Pick Up y vehículos Humvee en ambos lados de la carretera.
“Buenas tardes, estamos aplicando la Ley General de Armas de Fuego y Explosivos, le vamos a practicar una revisión a su vehículo”, le indica un soldado a Lorenzo Higuera, conductor de un Chevy, quien a pesar de la interrupción de su viaje, dice estar de acuerdo con los retenes.
» Según testimonios de soldados con la llegada de mandos militares a la comandancia de la Guarnición militar de Ojinaga inició en la entidad un régimen de terror.
»Durante abril de 2008 y agosto de 2009 se cometieron en Ojinaga detenciones y cateos ilegales, privaciones de la libertad, torturas, ejecuciones extrajudiciales, venta de droga, extorsiones, entre otros abusos.
» Los mandos militares también traficaban con cocaína y mariguana asegurada a integrantes del crimen organizado y robaban vehículos, objetos y dinero decomisado a los delincuentes.
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