Nacional
Por Agencias
Publicado el lunes, 3 de julio del 2017 a las 08:02
Campeche.- En medio de una crisis humanitaria se encuentran 416 guatemaltecos que fueron desplazados por las fuerzas federales de ese país, situación que se agrava, pues más de la mitad, 213, son niños y adolescentes que intentan matar el tiempo en suelo mexicano caminando de un lado a otro sobre la enlodada calle, no hay ningún asomo de felicidad.
Luego de la persecución, estos refugiados decidieron asentarse justo en la línea fronteriza que divide a las dos naciones, justo en el ejido El Desengaño, en el municipio de Candelaria, en Campeche.
Los guatemaltecos encaran hambre, sed, enfermedades y abandono, en una espiral que amenaza con cobrar vidas.
En el campamento de desplazados, que apunta a un conflicto entre el Gobierno mexicano y el de Guatemala, hay desesperanza. En los rostros de las 35 mujeres jóvenes –12 de ellas embarazadas– no hay consuelo.
Ni el llanto de los 10 recién nacidos que se escucha desde el interior de algunas improvisadas casas los saca del marasmo en el que se encuentran.
El tiempo pasa lento para los niños del campamento. No tienen una pelota para jugar. A veces un perro o una gallina es el juguete con el que algunos intentan romper la monotonía. Otros prefieren ayudar en las labores de la cocina como primer escape a la realidad en la que se encuentran. Un viejo televisor que se alimenta de una batería de auto repite incansable una película de Bruce Lee, de la que todos ya se saben los diálogos.
El hambre
Los niños palian el hambre masticando algunas hojas de tejocotes silvestres que mezclan con sal. No es suficiente la comida. Mucho menos las raquíticas despensas que entrega cada dos semanas el Gobierno de Guatemala a los niños. Son pequeñas cajas que contienen dos jugos, algunas golosinas y dos paquetes de frituras que son devoradas apenas una misión de funcionarios de Guatemala se las entregan en suelo mexicano.
Nadie va a la escuela. Algunos niños intentan seguir estudiando y sacan un viejo cuaderno para releer la última lección que recibieron en la escuela de La Laguna Larga, antes del desalojo. Algunos padres de familia, también buscando algo de distracción en el día, se improvisan como maestros. Las lecciones duran poco, sólo mientras no cae la lluvia o mientras el olor a frijoles inunda el ambiente. Los niños se arremolinan en los fogones que ofrecen algo para comer.
“No queremos esto para nuestros hijos”, dice con algo de tristeza Jorge Rubén Mejía Gómez, otro de los líderes de la comunidad que ha convertido su televisor en el centro de distracción de todos los niños del campamento. Dice que se le parte el alma cuando lo niños piden ver caricaturas. El televisor no tiene antena y no sintoniza ningún canal aéreo. No tiene más opción que repetir infinitamente la misma película de Bruce Lee, ídolo de todos los niños.
Con sentencia
Los guatemaltecos que llegaron en grupo para ocupar una franja de suelo mexicano, arribaron para salvar sus vidas luego que el Gobierno federal de Guatemala decidió que las tierras que ancestralmente venían ocupando integrantes de al menos cuatro etnias indígenas son “reserva ecológica” y sus viviendas fueron calcinadas.
La decisión del desalojo recayó en un juez del departamento de Petén, que atendió la demanda del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) del Gobierno de Guatemala, que reclamó para sí el suelo ocupado por más de 700 indígenas de las etnias itzae, couohe, achi y chouj, que ocupan la zona desde hace siglos.
En base a esa decisión judicial, el Gobierno de Guatemala movilizó mil 500 efectivos de la Policía Nacional y mil 500 elementos del ejército que incursionaron en la zona de La Laguna Larga, destruyendo todas las viviendas.
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