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Oliverio Martínez de Hoyos: Escultor, orgullosamente nigropetense

  Por Redacción

Publicado el sábado, 20 de noviembre del 2010 a las 16:00


En 1901, su padre el contador de ferrocarriles nacionales Néstor Martínez y su madre Elena de Hoyos de la Garza...

“El monumento a la Revolución es la piedra angular de la escultura de la época”: Oliverio Martínez.

Piedras Negras, Coah.- Para orgullo de los coahuilenses, este gran escultor nació en Piedras Negras Coahuila

En 1901, su padre el contador de ferrocarriles nacionales Néstor Martínez y su madre Elena de Hoyos de la Garza, prolífico matrimonio que procreó dieciséis criaturas, de las cuales trece llegaron a adultos, Oliverio fue el segundo, lo antecedió Héctor y al último lo llamaron Federico. También artistas sus hermanos Ricardo, reconocido pintor y el gran actor Jorge Martínez de Hoyos.

Fue en 1925 cuando Oliverio viajó a los Estados Unidos para trabajar, junto a unos hermanos de su madre en el despacho que en Nueva York representaba a Ferrocarriles Nacionales de México. Ahí permaneció hasta 1927 y en ese lapso contrajo la enfermedad que haría breve su existencia: La tuberculosis, contagiado por unos jóvenes con los que compartió vivienda. Para su recuperación la familia lo envió a la sierra de Durango. No se han conservado testimonios pero se puede suponer que fue en su tiempo neoyorquino cuando despuntó su inclinación por la escultura, porque cuando llegó a México a fines de 1927, ya dominaba el oficio, ese año fue inaugurada en el patio del ex convento de La Merced, la escuela de escultura y talla directa, ahí Oliverio fue ayudante de taller “E” es importante remarcar que desde el inicio de su carrera el novel escultor coahuilense procura encontrar la manera de reducir lo esencial de la expresión a su forma mínima.

Pronto destacó, como lo prueba el primer lugar obtenido en 1928 en el concurso de escultura convocado por la Escuela Nacional de Bellas Artes., calificando de magníficas las piezas de Oliverio Martínez.

(Periódico Excelsior del 20 de abril de 1929): “invitados por el conocido escultor don José Fernández Urbina, pasamos ayer a la calle de Chiapas para visitar su interesante taller, en donde uno de sus más aventajados discípulos, el joven Oliverio Martínez, acaba de terminar el busto en plastilina del glorioso piloto aviador capitán Emilio Carranza. Martínez daba los últimos toques a una interesante cabeza de niño y una vez que terminó su labor, nos fue presentado por Fernández Urbina, quien se mostraba orgulloso de su discípulo. El maestro Fernández Urbina nos informa que Oliverio es paisano de Emilio Carranza por haber nacido en Piedras Negras, estado de Coahuila.

La técnica del joven coahuilense se inclina por la escultura monumental, sus obras son todas de línea fuerte, a la manera de Rodin.

“Hace unos meses ejecutó un busto del embajador Téllez y lo envió a Washington. Después el propio diplomático mexicano le envió dinero para que le hiciera una alegoría, nos mostró también unas cabezas de niñas y una de muchacho donde la técnica es perfecta y admirable, pero en donde sí encontramos algo soberbio, tal vez por haber sido amigos del desaparecido, es en el busto de Carranza. El gesto, la mirada, la sonrisa, nada ha descuidado el artista, y parece como que en la figura se ha logrado pasmar el alma grande y la energía ciclópea del héroe”.

En 1930 el busto de Emilio Carranza fue llevado al bronce y enviado a Saltillo, Coahuila.

En la vida de Oliverio Martínez había surgido por aquellos días otro estímulo que llenaría de sentido su existencia: Su apasionado amor por Eloína Eufemia Peláez Machorro, a quien le dice en una carta del 12 de marzo de 1930: Hoy hace un año que por la azotea me dijiste yes cuando te pregunté do you love me? El 7 de septiembre de 1933 contraen matrimonio en el templo de la enseñanza. De esa unión nació María Elena el 29 de septiembre de 1934.

La oportunidad definitiva para poner a prueba su desarrollo como artista y su reserva de energías para un esfuerzo mayor surgió el 12 de septiembre de 1933, cuando el comité ejecutivo de la gran comisión del Patronato del Monumento a la Revolución lanzó la convocatoria a un concurso de escultura para el Monumento a la Revolución como se ha recordado muchas veces, la estructura del monumento se destinó originalmente para sostener el recinto del Palacio Legislativo, según el concurso internacional, convocado en 1897 por el Gobierno. Concurso que ganó el proyecto del arquitecto Emile Bernad. El presidente Porfirio Díaz colocó la primera piedra el 23 de septiembre de 1910. La vigueria de hierro se contrató con la empresa estadounidense de los hermanos Miliken, que la edificó en casi su totalidad. Sin embargo, la obra fue suspendida el 30 de septiembre de 1911, cuando la Secretaría de Comunicaciones acordó destinar los nueve millones de pesos que faltaban para la conclusión de la obra, a la apertura y reparación de caminos.

Abandonada por diez años, la estructura sirvió en 1921 para instalar, en las amplias naves laterales, la exposición comercial internacional del centenario en tres pisos de Galerías, más un cabaret y un teatro. En 1932 se derribó la estructura de las naves, entonces el arquitecto Carlos Obregón Santacilia propuso aprovechar el esqueleto central para construir un monumento a la Revolución.

Aprobada la idea, se creó en enero de 1933 un patronato y se lanzó la convocatoria para erigir el monumento por suscripción publica. Ya construido alcanzó una altura de 63 metros, recubiertos de piedra chiluca; los arranques de las pilastras y sus vértices exteriores están recubiertos de piedra negra. De esta misma piedra negra y porosa, de origen volcánico, son los muros y bases de los pebeteros.

La convocatoria precisaba; “el monumento no será erigido a la gloria de determinados héroes, mártires o caudillos, por tanto no habrá nombres ni retratos de personas. Glorificará, en abstracto, la obra secular del pueblo y será erigido a la revolución de ayer, de hoy de mañana y de siempre”.

El concurso se desarrolló en dos etapas; la de eliminación y la de estudio. Se inscribieron 44 concursantes, sólo 23 enviaron las maquetas solicitadas con el tema de la independencia…Debían elegir cinco propuestas. Triunfaron las de Juan Leonardo Cordero, Federico Canessi, que trabajó con Fernando Leal, Hans Pillig, Manuel Centurion que colaboró con José Albarrán y la de Oliverio Martínez, quien había escudado el anonimato con el tema “transformación”.

El fallo se dio el 22 de mayo de 1934 y sólo quedaron dos finalistas; Oliverio Martínez y Federico Canessi con Fernando Leal”. El examen se efectuó, en cada caso, desde distintos puntos de vista para apreciar debidamente el efecto del grupo examinado en relación con el monumento. El jurado tuvo en cuenta para emitir su fallo las siguientes consideraciones; composición, armonía con el monumento tanto en siluetas como en masa, expresión clara del símbolo, originalidad y afinidad con el espíritu del arte mexicano.

Los temas que abordó Oliverio Martínez están dedicados a la Independencia, las Leyes de Reforma, las Leyes agrarias y las Leyes Obreras.

En el caso de la independencia la patria está representada por un gran personaje femenino, flanqueado por otro masculino situado a la izquierda que lleva en la mano una cadena que alude a la ruptura del yugo colonial, en tanto que a la derecha hay una mujer con un robusto niño en su regazo, simbolizando a la familia como célula de la nacionalidad.

El grupo de las Leyes de Reforma observa la misma composición, pero ahora la Patria porta en las manos la espada de la justicia, en tanto que los personajes laterales llevan sendos libros que aluden a la Constitución como principio de la igualdad a los ciudadanos.

En el conjunto dedicado a las leyes agrarias la imagen vertical es la de un campesino que porta en la mano izquierda la hoz y en la derecha un título de propiedad; los personajes de la parte inferior integran de nuevo una familia, en la que el padre lee con atención un pequeño libro, referencia clara a las leyes del campo.

Las leyes obreras congregan a tres personajes masculinos; la figura vertical del centro muestra el característico empalme de un engranaje, que repite como eco la solidaria unión de las dos figuras de la base, unidas en gesto de camaradería; la de la derecha porta un martillo que complementa a la hoz del campesino.
Considerando que el conjunto de esas condiciones se encontraba mejor resuelto en el grupo escultórico que representa “La Redención del obrero”, el jurado, por absoluta unanimidad, falló a favor del señor Oliverio Martínez de Hoyos, quien se encargaría de la ejecución de los cuatro grupos escultóricos del monumento.
Lo que no estaba previsto era el cambio de gobierno. El primero de diciembre de 1934 asumía la Presidencia de la República el general Lázaro Cárdenas.

Sobrevinieron entonces las interrupciones, el presupuesto convenido no fluyó como se hubiera necesitado. Quizás el retrato que Oliverio hizo del presidente Cárdenas fue una especie de mensaje para interesarlo en la prosecución del monumento.

El monumento aún no se concluía cuando publicó en el periódico El Universal en 1937 el crítico de arte español José Pijoan, “No se puede imaginar el monumento a la Revolución sin la nota humana y no abajo como soporte, sino en lo alto beneficiando el triunfo ya logrado. Dicen que aquellos grupos representan las leyes de reforma, las leyes agrarias, las leyes sociales, ¡Qué sé yo…! leyes que se recordarán en los discursos inaugurales y se mencionarán en las guías para turistas. Pero el pueblo verá en las figuras en lo alto del monumento sólo gentes, hombres y mujeres mexicanos que padecieron y murieron para conseguir un México mejor.

Éste fue terminado hasta 1938 y no tuvo inauguración formal. Su función de panteón revolucionario quedó consagrada el 5 de febrero de 1942, cuando recibió en su cripta los restos de Venustiano Carranza.

El mestizaje logrado por Oliverio Martínez entre el arte precolombino y cubismo, dio por resultado un conjunto de una pureza estética no lesionada por el paso del tiempo y el crecimiento de la urbe. Ésta es la creación que sitúa a este gran artista.

Nacido en Piedras Negras como un adelantado. Y si Oliverio Martínez fue ese gozne sobre el que se cierra y se abre la puerta entre una generación y otra, sus conjuntos escultóricos del MONUMENTO A LA REVOLUCIÓN, constituyen un momento definitivo en la historia de la escultura mexicana contemporánea.

Coahuila y Piedras Negras estamos en deuda con este gran artista, cuando recordemos el Histórico Monumento a la Revolución, que crezca nuestro orgullo al decir; Oliverio Martínez nació en Piedras Negras Coahuila.

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