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Madres, sin nada que festejar

  Por Luis Durón

Publicado el jueves, 11 de mayo del 2017 a las 09:05


Lulú Herrera, sostiene la fotografía de su hijo en la mano. Un niño de 8 años que hace 2 mil 750 días desapareció

Saltillo, Coah.- Una mujer. Es Lulú Herrera, sostiene la fotografía de su hijo en la mano. Un niño de 8 años que hace 2 mil 750 días desapareció junto con su padre y sus tíos.

Lulú está parada en la explanada de la Plaza de Armas, a sus espaldas el imponente Palacio de Gobierno que cerró sus puertas apenas las madres de desaparecidos comenzaron acongregarse.

Son las familias de Fuundec, mujeres que desde hace ocho años salen a las calles cada 10 de mayo para gritar su pena y dolor a quien las quiera escuchar.

Madres cuyos hijos les fueron arrebatados. Hijos que salieron a la escuela, al trabajo o a la tienda y ya nunca volvieron. Hombres jóvenes y adultos que fueron víctimas de la desaparición en Coahuila.

Junto a Lulú otras 20 madres, todas de verde, todas en jeans, algunas vestidos o faldas, pero todas con una foto de su desaparecido.

El resto de las familias está en la Ciudad de México, allá donde marchan miles para recordar al Gobierno y a la sociedad que nos faltan más de 35 mil personas, según el Registro Nacional de Datos de Personas Desaparecidas.

En Saltillo sólo es una marcha “espejo” que refleja el dolor que causan la impunidad y la omisión de las autoridades para buscar a los ausentes, a los que no están, a los que vivos se llevaron y vivos los esperan de regreso.

La marcha comienza. La asistencia es poca, el grito es estridente y contundente: “¡¿Dónde están? Los vamos a encontrar!”, se escucha el eco por la calle Juárez, a un costado del Palacio Rosa que sigue cerrado.

Las madres de Fuundec van caminando por Victoria rumbo a la Alameda. La gente se detiene y deja de hacer sus compras para observar la marcha, pero nadie se une a la causa.

Fungen sólo como espectadores. Escuchan el grito de protesta en esta tarde primaveral de mayo en que se celebra a las madres, pero ellas no tienen nada que festejar porque sus hijos se fueron y no hubo despedida, no pudieron decir adiós, ni siquiera un hasta pronto.

La marcha llega a la Alameda de Zaragoza, vira sobre Purcell hasta Juan Aldama, donde desandan el camino hasta la Plaza de Armas de nueva cuenta. Son más los espectadores que los marchantes, pero estos gritan más fuerte, hacen visible la problemática que ha afectado a miles de familias que a diario viven a la espera de sus ausentes.

Regresan a la explanada. El Palacio Rosa sigue cerrado. Lulú agradece a los que apoyaron la marcha, a los que, como ella, no se cansan de buscar, de recorrer Coahuila y si es posible el país entero hasta encontrar a sus desaparecidos.

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