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Los otros siervos de Dios

  Por Paola A. Praga

Publicado el lunes, 17 de septiembre del 2012 a las 13:01


Son distintos, críticos e irreverentes. Han venido a cambiar la manera de impartir la misa y romper esquemas de los sacerdotes

Saltillo, Coah.- Visten de blanco o negro dependiendo la ocasión, sus herramientas son la palabra, el agua bendita, la crítica, el crucifijo y el incienso. Son el ejército de presbíteros de la Diócesis de Saltillo que abre camino con un objetivo: crear conciencia social.

El Obispo de la Diócesis de Saltillo, Raúl Vera López, asegura que esta especie de héroes con sotana era necesaria al reconocer que la deserción católica va en aumento, como lo señalan las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

En Coahuila, en las últimas dos décadas la población católica se ha ido encogiendo. En 1990, 92.8% de los coahuilenses eran católicos, ahora los fieles representan 81.7% de los habitantes.

El grupo de protestantes y evangélicos pasó de 6.2 a 10.2% en el mismo periodo, en tanto que los ateos y las personas sin religión también aumentaron, de 3.1 a 5.4 por ciento.

Al conocer estas cifras, Vera López dijo que el abandono de la religión católica se debió al desencanto y la insatisfacción a su fe, fenómeno que se vive en Coahuila, México y América Latina por la debilidad de las estructuras pastorales católicas, la gente exige más respuestas culturales, y años atrás se alimentaba sólo de religión.

La aparición de este grupo de sacerdotes que han modificado la estructura de la liturgia dominical, que han alzado la voz señalando injusticias sociales hacia los migrantes, las prostitutas, los mineros, los desaparecidos y activistas fue estudiada.

La Región Sureste de Coahuila lo pidió. Con la llegada de Raúl Vera López a dirigir la Diócesis de Saltillo, durante 2001, se analizó la realidad que se vivía en el norte del país, además de realizar asambleas diocesanas, en promedio asistían 700 personas, luego se reunían con los sacerdotes.

El modelo integral está basado en el Concilio Vaticano II y busca la unión de la Iglesia con la sociedad. Hay más de 100 diócesis en América Latina que lo llevan a cabo, en cada una de ellas se distinguen sacerdotes que se liberan de muchas ataduras morales y van por sus ovejas, no esperan a que ellas caminen hacia el sendero de la fe.

Aquí, algunos de los rostros que en los últimos años han actuado sin temor en nombre de Dios, que forman parte del legado de Raúl Vera López a la Diócesis de Saltillo.

HUMBERTO ÁLVAREZ: EL SACERDOTE CON PISTOLA

La punta de la pistola lleva enredada un rosario de cuentas de madera café. Si se presiona el gatillo no dispara balas, sino agua bendita. La misma que baña domingo a domingo los cuerpos de decenas de fieles que van a la misa en el templo del Ojo de Agua.

Mantener la atención de los creyentes durante una hora requiere más que una pistola, demanda el creer. La idea no era sembrar pánico, sino un mensaje de paz. Humberto Álvarez la porta con orgullo. Es el párroco y el sacerdote que también se atrevió a modificar el sagrado signo de la casulla con Superman y Batman.

Dispersos entre el blanco de la túnica, los superhéroes lo acompañan dentro y fuera de la misa. La primera vez que la usó fue durante una eucaristía en la Catedral de Santiago, le fue mal y bien, la decisión la había meditado y sabía que no todos lo verían con buenos ojos. Del Obispo de Saltillo, Raúl Vera López, no recibió regaños.

Humberto Álvarez viste una playera, jeans y tenis. Nació el 25 de marzo de 1972. Se sienta delante del altar y habla sobre las críticas de los fieles cuando lo vieron romper con esquemas tradicionales de la misa católica. “Pierdes una cosa pero le ganas por otro lado”.

No tiene duda de que sus destrezas han servido para atraer a niños y adultos a la misa dominical. Después de escuchar el evangelio, los fieles le piden una foto, lo buscan para que les dé la bendición.

“Hubo un grupo que a mí me apoyaba y dejó de hacerlo por esa casulla, dijeron ‘padre, no estamos de acuerdo, no nos gusta que deje ver una caricatura en algo tan sagrado y se fueron’”, cuenta sorprendido.

Es domingo al mediodía y ahora está llevando la liturgia con su polémica casulla. Los niños le rodean, la gente reza, canta, pero no deja de observar al presbítero. Al final se abre paso entre los fieles, toma la pistola verde y roja con las dos manos y dispara agua bendita. Todos ríen, pero ahí están ya en paz, tranquilos por haber recibido la bendición de Dios.

“A razón de las primeras balaceras que hubo aquí en Saltillo, me tocó ver el esquema del miedo, y partiendo de ahí lancé en la siguiente misa el disparo con esta pistola, utilizando la frase ‘te quiero disparar, pero con bendiciones, recibe este signo del agua bendita’”.

El arma de plástico se la regaló un niño. Le recuerda su infancia porque jugó a los policías y ladrones, simulando pistolas con el dedo índice y el pulgar. Está convencido de que la Iglesia debe adecuarse a la realidad y que un símbolo le es útil para acercarse a los hombres, a las mujeres, a niños y adultos que necesitan de Dios, que tienen sed de creer.

A Batman y Superman los eligió no por meros superhéroes, sino por las historias de quienes están detrás. “Nos hablan de actitudes de lucha y esfuerzo, de lograr vencer temores, encontrar la paz y el perdón”, dice Humberto Álvarez con una voz entonada.

Fue ordenado sacerdote en mayo de 1999 y 13 años después forma parte del movimiento ciudadano #YoSoy132, ya que no le gusta quedarse callado. “El que yo me sume significa alzar la voz junto con este movimiento que dice no estoy a favor de esto, de la corrupción de la política en el país”, comenta.

No porque sea sacerdote debe guardarse su opinión. Se define como un padre diferente que crea ideas para atraer a su grey. “Jesús fue diferente y buscó la justicia siempre, debemos seguir su ejemplo”.

JESÚS PEDRO OYERVIDES: LA MISA DE LAS BOTARGAS

Algunos bailan, otros aplauden, la mayoría canta. Pero todos se ven contentos. Las bancas, el altar y la Virgen de Fátima son testigos de esa algarabía que se apodera del templo cada domingo al mediodía.

Blanca Nieves sonríe dulcemente a las niñas y los niños que están en los escalones; la Bella Durmiente toca con suavidad las cabezas de los pequeños, el Capitán América saluda a las manitas que lo quieren tocar y Lola, de “Plaza Sésamo”, mueve su gran cabeza al ritmo de la batería y la guitarra.

En medio de los personajes, el padre Jesús Pedro Oyervides, más conocido como Chuy Pedro, el vicecanciller y rector del templo. Su tez blanca, ojos verdes y barba amielada contrasta con la casulla verde militar que lleva sobre su torso.

No todas las misas son así. Uno ve que las botargas bailan y pareciera una fiesta infantil, pero luego aparecen de fondo las imágenes de las vírgenes y el crucifijo y recuerdan que es una celebración eucarística.

La misa de los niños está pensada pedagógicamente, el padre Chuy Pedro dice que las botargas, los cantos y las coreografías llaman la atención de los niños, pero también los acercan a la religión.

“Se utilizan elementos que ayuden a comprender la misa, visualmente entienden muchas cosas los niños, todos los colores de las botargas están pensados para que los bebés, cumpliendo las normas litúrgicas, estén entretenidos y les guste venir a la casa de Dios”.

Cada domingo, el templo ubicado sobre el bulevar Venustiano Carranza se llena a reventar. Después de recibir la bendición, alzan los brazos, aplauden y cantan orientados por un grupo colocado en la parte alta, al final de la capilla. Las canciones hablan de Dios, de la fe, de la paz.

“Nos hace falta más espacio, la verdad es que hay ocasiones en que esto se está desbordando, ni siquiera se puede caminar, viene mucha gente porque trae a sus hijos chiquitos y agradecen esta misa porque mantiene a los niños contentos, pero cerca de Dios”.

Chuy Pedro se ordenó en junio del 2000 y dice que son pocas las personas que son conservadoras, que critican la manera de llevar la liturgia. Prefiere quedarse con las buenas intenciones de los que cada semana llegan al templo a una experiencia diferente.

El sacerdote es divertido y jovial a sus 39 años. “Soy un padre que vive de acuerdo a su época actual, ahorita tenemos que estar en la jugada, no hay grandes pretensiones, se trata de generar un poco de paz de otra manera.

“Cuando cada persona busca a Dios, lo busca para tener paz y se ve que la gente sale de aquí con paz, estos espacios crean un poco de paz y lo demás se da por añadidura”.

ADOLFO HUERTA: ROCK, PROTESTAS Y RELIGIÓN

Lleva el cabello por debajo del hombro, pintado de rojo. Sale a la calle a gritar consignas, alzando la voz contra las injusticias sociales. Es diferente, Adolfo Huerta Alemán, “El Padre Gofo”, no teme a la crítica.

Es sacerdote en la parroquia de Nuestra Señora de Atocha, que tiene domicilio en la colonia Lomas de Lourdes, en Saltillo, ahí llegó después de haber predicado en la iglesia de San Patricio, en el sector Fundadores.

Viste con playeras negras, cinturones con hebillas en forma de calavera. A veces, se pinta el rostro para las manifestaciones sociales, escucha rock y tiene pasión por la lectura. Se especializó en estudios de Filosofía en la Universidad Pontificia de México, en el Distrito Federal.

Anda en motocicleta. Tiene 35 años. Irreverente para muchos, sensato para otros, el “Padre Gofo” ha sido criticado por sumarse al movimiento saltillense Los Indignados y al #YoSoy132. Ha recibido ataques de decenas de feligreses, pero también ha provocado aplausos y reconocimientos de jóvenes, que no ven mal su activismo político.

“Yo cumplo como sacerdote y también como ciudadano, no me gustan las injusticias, yo no hago campaña a favor de ningún partido político, sino contra la apatía, la falta de conciencia social”, dijo a Zócalo.

Participó en el plantón montado afuera de Televisa Saltillo, por considerar que la televisora respaldó la candidatura de Enrique Peña Nieto y ayudó a realizar lo que consideran un fraude electoral para que llegara a Los Pinos.

A veces se pinta las uñas de negro y se pone playeras de grupos de rock para oficiar la misa. Algunos han querido retirarse de la parroquia Nuestra Señora de Atocha porque no les gusta su forma de vestir.

Si suelta un chiste durante la homilía, algunos no disimulan el enojo, otros ríen. Lo cierto es que la misa sigue su esquema normal y que la mayoría de ellos van, apoyan y les gusta la manera en que practica la religión.

En sus apariciones, el “Padre Gofo” se ha negado a responder cuestionamientos a la prensa, limita entrevistas luego de que se presentaran testimonios en algunos medios locales de feligreses que no comulgan con su manera de predicar y de participar en la vida política estatal.

Se ordenó como sacerdote en enero de 2007 y desde entonces ha roto con los esquemas de los presbíteros tradicionales.

IGNACIO FLORES: FE Y RELIGIÓN POR INTERNET

El padre Nacho es alto, de tez morena y sale a recorrer las calles de la colonia Emiliano Zapata con un sombrero blanco. Tiene una voz clara que genera confianza desde las primeras palabras.

Le gusta transitar por la carretera del Internet, aunque su oficina es modesta, no tiene un sofisticado centro de cómputo, pero sí las más buenas intenciones de difundir la palabra de Dios en la web.

Es el párroco del templo Señor de la Misericordia e impulsor de la página electrónica Cristo en línea en Saltillo. También es miembro de la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL).

No le teme al escándalo, “la época actual lo amerita, la Iglesia no se puede quedar atrás”. El proyecto inició en 2008 y ahora está cimentado con un chat de 24 horas, ahí los fieles vierten sus oraciones y pesares, se dan palabras de aliento.

El desafío es hacer entender a los viejos sacerdotes tradicionalistas que la Iglesia puede extender su apostolado en un blog, en una cuenta de una red social, en cadenas de oración vía correo electrónico.

Muchos todavía se espantan, ven la web los cuernos y la cola del Diablo, pero el padre Nacho no, ve más allá y se enfrenta. “La idea es propagar el Evangelio desde las azoteas, vamos poniéndonos en la autopista del Internet y poner nuestro mensaje ahí, la gente está ávida de hablar”.

Las cadenas de oración no sólo funcionan en el templo, también puede ser efectivas por Twitter o por Facebook, la Iglesia no se puede quedar atrás. El sitio Cristo en línea recibe cerca de 20 mil visitas al mes, y se ha puesto como meta alcanzar las 50 mil.

“Yo estoy de acuerdo con que Dios está en todas partes, si así se quiere ver, entonces también puede estar en Internet, el objetivo es que siempre que alguien necesite escuchar de su palabra, la liturgia permite aprovechar todos los recursos”.

El sitio www.cristoenlinea.com se abre y deja claro el mensaje: conectándote a Cristo. Ahí se transmiten rosarios, eventos católicos grabados y en vivo, hay mensajes de otros sacerdotes y enlaces directos a seis redes sociales.

PEDRO PANTOJA ARREOLA: EL DEFENSOR DE LOS MIGRANTES

Es de noche y en el comedor hay hondureños, salvadoreños y guatemaltecos. La mayoría son hombres. Saludan al padre Pantoja con gusto. Él sonríe, va vestido con camisa y pantalón de mezclilla, con su característico morral de lana colgado al hombro y su andar lento. Les da palmadas a los que le pasan por un costado.

“No podemos dejarlos solos, la casa está sobresaturada y hace falta comida, espacio, pero no los dejamos solos, aquí se ha conformado un gran equipo que da vida y fe a los migrantes que llegan destrozados”.

No les tiene miedo. Les respeta, les habla, les apoya, les alimenta y les da palabras de aliento a cientos de migrantes que llegan a la casa en la colonia Landín. El padre Pedro Pantoja nació en Durango, se ordenó sacerdote en 1972 y dos años después respaldó a los obreros de las fábricas Cinsa y Cifunsa, ganaban salarios míseros y entonces abrazó la causa social, era uno de ellos.

El primer proyecto de Pantoja fue el de Migrantes Frontera y Dignidad. La primera casa de apoyo se llamó Emaús y se instaló a un costado del río Bravo. Era para deportados o migrantes desalentados que ya habían sido desplazados de Estados Unidos, pero que querían cruzar de nuevo.

Luego de 10 años, y con apoyo de la comunidad Jesuita, Pantoja llegó a Saltillo para trabajar en el albergue Belén Casa del Migrante, había una situación grave: los centroamericanos llegaban lastimados, robados y habían sido víctimas de secuestro por el crimen organizado, los despojaban de su dinero, violaban a las mujeres.

Pantoja ha escuchado los relatos más aterradores por voces de los migrantes: sabes de secuestros, de dolores del alma y del cuerpo, de las necesidades y pensamientos que llevan a los hombres a recorrer encima de los trenes una travesía que se ha convertido en un infierno.

No se ha dejado comer por el miedo: se mantiene en la lucha a pesar de las amenazas, la violencia y los abusos de las autoridades. Apoya la búsqueda de los desaparecidos, en marzo viajó a Washington, D.C. para interponer una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y solicitar apoyo a la problemática de los migrantes desaparecidos en el estado.

Pantoja pasó una infancia precaria, tal vez por eso, dice, siempre ha querido ayudar a quien menos tiene. Su memoria guarda recuerdos de todo tipo: en 1981 y 1982, Pantoja estudió un posgrado en Ciencias Sociales en la Universidad de Nanterre, en París, donde fue discípulo del filósofo francés Michel Foucault.

Comenzó sus estudios con los jesuitas. Es Psicólogo, estudió en la Universidad Autónoma de Coahuila. También tiene una maestría en Ciencias Sociales en la UNAM con una beca que obtuvo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

“Cuanto más armamos la lucha social de los derechos humanos, más se activan y estructuran los delitos y las agresiones institucionales contra los derechos de las víctimas y de los defensores de derechos humanos”.

No se ha callado, ha denunciado a la delincuencia organizada y a autoridades corruptas como los responsables de abusos y agresiones a los indocumentados y activistas en todo en el país.

RAÚL VERA LÓPEZ: EL OBISPO INCÓMODO

Llegó a Coahuila besando el suelo de Ramos Arizpe. Tomó posesión como obispo de Saltillo con una homilía inspirada en la Teología de la Liberación, que aboga por impulsar “una Iglesia con los pies bien plantados en la historia de México”.

Revolotea las manos mientras habla, enfundándose en una pasión desenfrenada. Su pelo cano, antes pelirrojo, se despeina levemente y levanta la voz. Se reincorpora y vuelve a hablar bajo. A Raúl Vera López le gusta predicar con el ejemplo.

Su llegada a la Diócesis de Saltillo, marcada por las experiencias de Guerrero y en Chiapas, abrió otro capítulo en la religión, a pesar de las críticas no dudó en extender el brazo de la Iglesia a las prostitutas, mineros, desaparecidos, lesbianas, homosexuales, transexuales y migrantes.

Fue él quien abrió camino a un nuevo modelo católico en una región conservadora. El Obispo de Saltillo explica que estos nuevos rostros de sacerdotes activos no surgieron al vapor. A partir de la palabra de Dios, y con el lenguaje espiritual de por medio, evangelizan y luchan contra los cristianos mediocres, vergonzosos, que no señalan las injusticias.

Fue el año 2001 dedicado a la evaluación de la realidad en que crece la Diócesis de Saltillo. No cerró los ojos ante el diagnóstico, a principios de 2002 decidió arrancar un proyecto pastoral basado en los principios del Concilio del Vaticano II, que también ha recibido críticas, pues algunos consideran que su intención es meramente mediática.

Como el Obispo Samuel Ruiz García, Raúl Vera López es activo de la Teología de la Liberación, que fue criticada particularmente en el norte del país, donde se han producido confrontaciones para advertir que “era una amenaza para la estabilidad social y laboral”, pero Vera López replicó en Saltillo el esquema chiapaneco del Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios.

No se considera diferente. “Soy como cualquier otro”, y lo pareciera si solo se observa su guayabera amarilla y su pantalón claro, un cinturón oscuro en el que descansa el iPhone negro, pero Vera López sí hace la diferencia al confrontarse públicamente y desde la Iglesia con el poder económico y político.

“Este es un modelo perspectivo, sabemos adónde queremos ir, hicimos una serie de asambleas diocesanas con una participación promedio de 600 a 700 personas, entraron muchas personas a decir ‘qué Iglesia queremos’, cuando describieron al Obispo los sacerdotes que querían, con qué espiritualidad querían a los laicos, dije ‘pues bueno, vamos por buen camino’”.

A veces tiene miedo, pero no calla. Ha criticado sin tapujos la intromisión del narcotráfico en la política y en los centros penitenciarios. “No puedo preocuparme solamente por mi vida mientras la de las ovejas está en riesgo”.

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