Nacional
Por Agencias
Publicado el martes, 24 de octubre del 2017 a las 08:00
Ciudad de México.- Justo a mil 830 metros sobre el nivel del mar, en el corazón de la sierra Gorda hidalguense y a tres horas de distancia de la capital del estado, se encuentra un pequeño poblado de apenas 40 mil habitantes, que en los últimos 15 años han aprendido a vivir con el peligro latente de envenenar su cuerpo con arsénico.
Es un elemento semimetálico que está presente, de forma natural, en las aguas subterráneas de los alrededores y que es extraída de uno de los pozos con mayores concentraciones en México y el mundo.
El poblado adoptó el nombre de Zimapán, una palabra que proviene del náhuatl cimatl, debido a que, en un cerro que se encontraba cerca del lugar, se daban las raíces de cimate; si este rizoma se comía crudo o mal cocido, podía ocasionar la muerte.
Sin embargo, fue precisamente en esta región donde otomíes y quinamíes decidieron abandonar la vida nómada y congregarse en un poblado, según detalla una investigación de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.
Dicho territorio resultó ser una zona rica en zinc, plata, vanadio, plomo y fosfato, por lo que la minería se convirtió en la principal fuente de trabajo de la población. No obstante, es precisamente la propia historia de su territorio rico en minerales la que ha condenado a este poblado a vivir entre uno de los mayores peligros invisibles que existen en la naturaleza.
SUBSUELO VENENOSO
De acuerdo con diversos estudios realizados la contaminación por arsénico en las aguas subterráneas del poblado proviene de tres fuentes diferentes.
Las concentraciones más altas resultan de años de interacción entre agua y rocas, principalmente de la oxidación y disolución de minerales que contienen arsénico, en pozos profundos perforados en el acuífero de piedra caliza, que dan lugar a mayores concentraciones.
Asimismo, el menor contenido de arsénico proviene de la lixiviación de relaves mineros, que es la extracción de la materia soluble mediante un disolvente líquido, y de humos ricos en arsénico que se infiltran en el suelo.
“Es una zona minera, tiene abundancia de minerales de arsénico y estos, por las condiciones de algunos de los pozos, se disuelven y liberan el arsénico. Los minerales están ahí, haya o no mina. Muchos minerales de plata, plomo y zinc incluyen el arsénico”, señaló María Armienta Hernández, quien años atrás realizó investigaciones sobre Zimapán para el Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El peligro consiste en que en este valle no hay cuerpos de agua superficiales, por lo que todos los habitantes de Zimapán consiguen su agua potable del acuífero.
CASUAL DETECCIÓN
Este problema de altas concentraciones de arsénico en Zimapán fue detectado también en los años 90, específicamente en 1992, como resultado de un programa de muestreo de agua para detectar la bacteria del cólera.
Esta prueba también incluía un análisis químico de metales pesados, por lo que se pudo registrar el nivel tan alto de arsénico en varios pozos, así como en el agua del grifo.
Después de varios estudios, llegaron a la conclusión de que la principal fuente de contaminación por arsénico en los pozos de agua potable es natural y que, de los cinco existentes, el que tiene mayores concentraciones de arsénico es un pozo que se encuentra en la comunidad de El Muhí y es, precisamente, el que más agua tiene y surte principalmente la cabecera municipal y el centro de la región.
DAÑOS COLATERALES
María Elena Martínez Maldonado tiene 64 años y ha vivido en Zimapán la mayor parte de su vida. Tiene cuatro hijos y, con pesar, cuenta que una de ellas estuvo enferma de cáncer de mama hace ocho años.
“Ella vive en Estados Unidos y allá le preguntaron dónde había vivido y si se había expuesto a radiaciones, porque era muy extraño que, siendo tan joven, le diera cáncer. Tengo otra sobrina que es de Zimapán y también le dio cáncer, y no acabaría de platicar sobre mis amigos y conocidos que he tenido que han fallecido de cáncer aquí en Zimapán”, dijo.
Ni ella, ni sus amigos ni familiares sabían, hasta antes de los años 90, que el agua que tomaban de la llave estaba contaminada con arsénico. Y aunque a partir del hallazgo han dejado de beberla, siguen usándola para consumo doméstico.
“A partir de que nos enteramos, comenzamos a comprar agua de garrafón que nos traen a nuestra casa, no tomamos el agua, pero nos seguimos bañando con esa agua, lavando nuestra ropa, lavando nuestros trastes con esa agua. Yo sé que es algo muy grave lo que nos está pasando. Ya hasta nos nombran arsenicófagos porque somos sobrevivientes de contaminación por arsénico en Zimapán”, expresó.
Una historia similar le sucedió a Ausencio López Zúñiga, quien trabaja en uno de los hoteles del centro del municipio y ha vivido gran parte de su vida en Zimapán. Su papá falleció por cáncer en la garganta aunque pocos médicos en la localidad han relacionado estas enfermedades como una de las consecuencias por su exposición al arsénico.
La Organización Mundial de la Salud hace referencia a que el consumo de más de 0.4 miligramos de arsénico al día puede producir efectos graves en la salud.
Los más característicos incluyen: hiperqueratosis, verrugas o callosidades en las palmas y las plantas de los pies y manos, hiperpigmentación en la cara, cuello y espalda; conjuntivitis, traqueítis, acrocianosis, polineuritis, enfermedades vasculares y miocarditis también se han relacionado con el arsenicismo crónico.
También se incluyen cambios hepáticos inducidos por arsénico como cirrosis, hipertensión portal sin cirrosis, degeneración grasa y neoplasia hepática primaria. El carcinoma epidermoide de la piel, y hasta cierto punto cáncer de pulmón, también puede producirse por ingestión a largo plazo.
Elena asegura que, aunque no se tiene registro de las causas de muerte y enfermedad en la población, existen muchos enfermos de diabetes, de los riñones y, sobre todo, muchos decesos por cáncer.
“Hace unos siete años conocía a una señora que traía un turbante y le pregunté que qué le pasaba. Me dijo que tenía cáncer por arsénico. Al tocarle las manos vi que tenía una serie de granitos como mezquinos y al pasar mi mano por su mano se sentían bultitos. Ella me dijo que eso era arsenicosis. Ella vive por la comunidad de El Muhí, que es donde está el pozo más contaminado. Yo me imagino que aún hay gente que toma esta agua precisamente por la falta de información”, relató.
La doctora Luz María del Razo Jiménez detalló que en las poblaciones de mayor estudio en México y a nivel mundial, esas lesiones se veían sólo en personas adultas, mayores de 20 años que habían estado expuestas durante largo tiempo.
“En Zimapán, en ese momento identificamos niños de 8 años con este tipo de lesiones. Eso llamó la atención porque la historia de la exposición era que tenían que pasar 20 años para que apareciera y cuando se identificaron niños hizo a mucha gente voltear a ver qué estaba pasando en Zimapán”, señaló.
Uno de los casos que salieron a la luz en ese tiempo fue el de Nora Olivera Ramos, profesora de educación primaria quien actualmente es directora de Cruz Roja Mexicana Delegación Zimapán.
“Cuando trabajaba en una colonia conocida como Las Limas, surgió la inquietud de que el pozo conocido como El Muhí estaba contaminado con arsénico, como esa colonia se encuentra muy cerca de dicho pozo el sector salud se desbordó para checar clínicamente a los alumnos de esa escuela. Resultó que la mayoría de los niños tenía signos de arsenicismo”, SOLUCIÓN A MEDIAS
Actualmente lo que se tiene para contrarrestar los niveles de arsénico en el agua son plantas potabilizadoras que utilizan métodos convencionales.
Una de estas plantas, la que limpia las aguas del pozo El Muhí, utiliza un sistema de floculación, con sales de hierro que es muy usado en otros países como Chile.
Esta planta tiene controles muy estrictos. Hay otras dos plantas que utilizan resinas de intercambio para eliminar el mortal arsénico.
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