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Viven el sacrificio de Jesús de Nazareth

Por Redacción

Publicado el sábado, 15 de abril del 2017 a las 09:02


Fieles caminan junto a Cristo hacia su crucifixión, en la edición 42 de la representación

Paloma Gatica | Ramos Arizpe, Coah.- La iglesia de San Nicolás de Tolentino revivió la muerte y pasión de Cristo, el máximo ritual de fe para la comunidad católica que congrega a miles de personas en sus representaciones en el país. En esta ocasión, el Viacrucis viviente convocó a centenares de ramosarizpenses.

Un grupo de alrededor de 50 feligreses de San Nicolás dio vida a los personajes del calvario de Jesús en su edición 42. La puesta, que comenzó a prepararse desde enero, recorrió las principales calles del municipio representando las 12 estaciones que vivió Jesucristo antes de ser crucificado.

Ante decenas de personas, el párroco de la iglesia de San Nicolás pidió para que todo transcurriera en paz, con respeto y la calidez de los asistentes.

“Te pedimos para que todo transcurra en paz y sirva para nuestra espiritualidad, que caminemos en medio del silencio, respeto y la tranquilidad, con la calidez del sol y la calidad de humanos. Pidamos por las intenciones del Papa, de nuestro obispo Raúl Vera y por la paz y la tranquilidad de Ramos”, pronunció el padre Roberto Velázquez.

El recorrido inició a las afueras de la capilla del Señor de la Misericordia con la primera estación: Jesús es condenado a muerte.

Tras el juicio y la condena que fue impuesta al nazareno por pronunciarse como el Mesías, fue flagelado y coronado con espinas, mientras los soldados de se burlaban de él gritando “¡Jesús, el rey de los judíos!”.

Con la cruz en sus hombros, Natividad Torres, quien dio vida a Jesús de Nazareth, comenzó la caminata por la calle José María Morelos, que marcaba la segunda estación: Jesús carga la cruz.

Los latigazos en su espalda los obligaban a caminar lastimosamente ante la mirada de propios y extraños. Presenciar por primera vez el Viacrucis viviente reflejaba en los rostros de los asistentes asombro y desasosiego.

En la tercera estación, donde Jesús cae por primera vez, el peso de la cruz dobló a Natividad; de rodillas recibió uno, dos, tres, cuatro, cinco latigazos que lo obligaron a reincorporarse. “¡Levántate, continúa!”, le ordenaban los soldados de Pilatos sin ceder a los azotes.

En la cuarta estación, Jesús encuentra a su madre. Suplicante, María pide “ustedes, que van por el camino, deténganse a pensar si hay dolor más grande que el de esta pobre madre”. Jesús, con la cruz a cuestas, se encuentra con su madre, a quien una espada de dolor traspasaba su alma. Unidos por el dolor, estuvieron los corazones de Jesús y María.

Simón el cirineo ayudó a Jesús en la quinta estación. Cuando regresaba del campo, Simón ayudó a Jesús a cargar la cruz. La voz del padre Roberto rompe el ritmo tradicional al narrar la representación. Pone a reflexionar a quienes caminan dispersos entre los fieles que siguen la procesión.

“Manifestar que somos creyentes en privado es fácil, pero para hacerlo en público se requiere de valentía, porque hoy el mundo excluye con facilidad a quien cree en Jesús. De nosotros depende que el amor y la fe en Cristo no siga de-sapareciendo de la sociedad ramos-arizpense”, dijo el párroco.

Los curiosos que se habían asomado sólo por la ventana de sus hogares salieron para presenciar la sexta estación: Verónica limpia el rostro de Jesús. La sangre comienza a rodar por su frente, el polvo, el sudor y las llagas por las espinas apenas dejan ver el rostro del nazareno; de entre la muchedumbre, una mujer se acerca para limpiarlo. El milagro quedó plasmado en el pañuelo.

Ante los ojos de decenas más que se sumaron al recorrido, Jesús cae por segunda vez, esa es la séptima estación. Entre los huecos de los paraguas de la multitud se alcanza a ver al nazareno de rodillas. Los golpes en su cuerpo lo debilitan a cada paso que da.

Llegó entonces la octava estación: Jesús consuela a mujeres que lloran por él. Tras avanzar unos metros más, un grupo de mujeres lloraba a Jesús y pedía que fuera liberado de la culpa que otros debían pagar por sus pecados. Entre jalones y empujones, los soldados abren paso entre las mujeres para continuar con el calvario.

Jesús cae por tercera vez en la décima estación. Iba como cordero al matadero, ya no podía más, el cansancio era real, la actuación quedó de lado. Natividad, en el papel de Jesús, iba callado, sin abrir la boca, exhausto.

Al calor del sol, donde la calle parece finalizar, se avista una multitud que espera en silencio a la falda del Santuario de Guadalupe la llegada del Viacrucis. Para la décima estación, donde Jesús es despojado de sus vestiduras, abrirse paso entre los espectadores es casi imposible.

Undécima estación: Jesús es clavado en la cruz. En medio de dos ladrones se alza una tercera cruz con el cuerpo de Jesús. No hay clavos en sus manos, pero unas cuerdas lo aferran a la madera. La gente contempla, los niños lloran en presencia de tal escena y para los más creyentes la postal es conmovedora hasta las lágrimas.

Tras un respiro fuerte y prometer el paraíso al ladrón que dijo arrepentirse y temer a Dios en el último momento, Jesús muere en la cruz, para luego ser descendido atropelladamente. Una escalera detrás de la cruz soporta el peso de Natividad, pero la cruz no soporta el peso de ambos y los hace tambalear.

Ya en el suelo, el cuerpo del nazareno fue entregado a su madre, quien lo tomó en sus brazos. “Tómame a mí cuando así lo dispongas, Señor, pero antes da resignación al corazón desolado de esta tu cierva”, dice María entre lágrimas.

En la última estación, Jesús es arrebatado de los brazos de María para ser llevado al interior del Santuario y dar por concluida la
representación.

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