Arte
Por Ana Luisa Casas
Publicado el martes, 25 de julio del 2017 a las 11:00
Saltillo, Coah.- Saltillo es más tlaxcalteca que español. De los hispanos sólo conserva un rasgo evidente: su idioma español. El resto es tlaxcalteca. Sin embargo, de esta cultura se sabe poco. Su estancia en Saltillo es una parte de la historia maltratada, donde a la hora de hablar sobre los orígenes de Saltillo los libros se reducen a nombrar la colonización española, asegura el arquitecto y restaurador, Arturo Villarreal Reyes, también coordinador del área de Patrimonio Cultural en el Estado y encargado del Museo de la Revolución.
Se sabe que el 13 de septiembre de 1591, se fundó el Pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala en terrenos cedidos por los españoles para que los tlaxcaltecas se asentaran al poniente de la villa y les ayudaran en la defensa de su territorio, les apoyaran en el fortalecimiento de su población y los defendieran de otras culturas barbaries.
El sacerdote Mario Carrillo relata que el templo de San Esteban fue fundado por fray Lorenzo de Gaviria, en 1582. En ese tiempo se levantó la iglesia y el convento, pero hacia 1586 las tribus naturales de la Villa de Santiago, los huachichiles y borrados, lo destruyeron y quemaron. Más tarde en 1591 el lugar volvió a restaurarse, entonces llamada la Capilla de Indios.
Ante las continuas luchas con los naturales, los pobladores de la Villa de Santiago le pidieron al virrey que enviara tlaxcaltecas a la zona para que defendieran el templo. La iglesia de San Esteban, aún resguarda documentos que afirman hechos históricos pese a que hay pocas imágenes y retablos puesto que se ha convertido en “madre” de otras parroquias.
“Cuando iban a fundar una nueva parroquia, la iglesia madre le regalaba imágenes y ornamentos por lo que la iglesia actualmente n posee de muchas reliquias”, comenta el sacerdote. Esta parroquia fue uno de los sitios donde los tlaxcaltecas cultivaron sus inicios.
Los españoles, señala Arturo Villarreal, quienes sobreponían el tener sobre el ser y que poseía una ambición de poder espeluznante se posicionaron como una villa de renombre a costa de los tlaxcaltecas y de su trabajo, afirma el restaurador, quien reconoce a los tlaxcaltecas como una cultura que se caracterizó por sus virtudes de lucha y perseverancia. Destaca que gracias al carácter de los tlaxcaltecas, la villa del Saltillo, a punto de desaparecer, logró sobrevivir.
Arcoiris textil Su aportación a la industria textil impulsó nuevos materiales como paños y frazadas de lana que otorgaron los españoles, así como nuevas prendas de vestir, pues al llegar al norte ellos sólo usaban fibras para tejer como el henequén, maguey y algodón, expresa Francis Palacios, encargada del Departamento de Servicios Educativo en el Museo del Sarape.
También se encuentran los sarapes, mantas tejidas de lana o algodón, considerados exclusivamente para varones que muestran las habilidades que caracterizaban a los tlaxcaltecas, comenta Palacios.
“Los sarapes están tejidos con diferentes colores en sus siete tonos, además del tejido, el tintoréo, arte de teñir las fibras, era una habilidad de los tlaxcaltecas que no se igualaba con otra cultura. Estos colores no representan un arcoíris sino los atardeceres que teñían al pueblo”, expresa.
A diferencia de otros sarapes, comenta, el de saltillo era conocido como el Sarape Fino de Saltillo por sus meticulosos tejidos y fibras de mestizaje tlaxcalteca hispano con que eran fabricados.
Asimismo, destacaron en la cocina mexicana con la cajeta de membrillo y elaboración del pulque y pan de pulque, una de las tradiciones más sólidas de los saltillenses, detalla.
Construyeron templos para los criollos, dominaron las técnicas de cerámica horneada y barro, e incluso desarrollaron habilidades como tejedores para vestir a los españoles.
En la última sala del Museo se exhibe un original vestuario de la danza de matlachines, una clara influencia española en la cultura tlaxcalteca, dado que está conformado de materiales que trajeron los españoles como el satín o la lentejuela.
El Museo del Sarape muestra una parte de las aportaciones que realizaron los tlaxcaltecas como el inicio de grandes industrias y técnicas de trabajo en telares, diseños y colores, entretejen la cultura y el comercios.
Mucho por conocer “Esa parte de la historia está perpetrada, porque las aportaciones que realizaron son mucho más que sólo artesanías, hay una riqueza en su cultura plasmada en Saltillo, atribuida a los españoles”, expresa Villarreal Reyes.
Se trata de rescatar la identidad saltillense, sus verdaderos héroes, su verdadera historia, sin limitarnos a saber que los tlaxcaltecas estuvieron aquí.
Reconocer que veneramos a un Cristo indio y no hispano, explica, pues desde los años cincuenta que el Cristo que es venerado por cientos de feligreses el 6 de agosto está hecho de caña, de técnicas indígenas, y pesa apenas 4 kilos sin su cruz. Es un Cristo indio, repite.
Hacia el siglo XVIII los tlaxcaltecas expandieron sus asentamientos hacia otras tierras aledañas y el pueblo fue desapareciendo de Saltillo, sin embargo, la herencia tlaxcalteca permanece en los rasgos de su gente, de su cultura y costumbres, la mayor parte de sus habilidades pertenecen a los migrantes tlaxcaltecas.
Saltillo es un vestigio de esta cultura viajera que en su paso, levantó una ciudad, la defendió, aportó grandes enseñanzas, costumbres y arte aunque no perteneciera a su tierra. Sin los tlaxcaltecas, esta ciudad no sería el Saltillo de hoy, pues durante su asentamiento sembró un importante legado cultural. Formó a un pueblo. Dejó huella. Saltillo es tlaxcalteca.
“Los sarapes están tejidos con diferentes colores en sus siete tonos, además del tejido, el tintoréo, arte de teñir las fibras, era una habilidad de los tlaxcaltecas que no se igualaba con otra cultura”.
La cultura tlaxcalteca no sólo aportó danzas folklóricas con penachos, dulces de membrillo o los icónicos sarapes, sino importantes técnicas para labrar la tierra, artes culinarias, inicios de la industria textil, comercio, construcción, agricultura, alfarería y sobre todo virtudes cívicas a Saltillo.
“El virrey les ofreció tierras, armas y caballo, pues no los podían usar los indios. Con esos incentivos se vinieron familias tlaxcaltecas y fundaron su propio pueblo al poniente de la Villa de Santiago, que entonces era un caserío, y como venían de un pueblo llamado San Esteban Tizatlán, se trajeron a su patrón y repitieron el culto aquí”, explica el párroco de San Esteban.
La dedicación de este pueblo y su ardua labor les permitieron organizarse de manera armónica, desarrollarse sobre sus propias normas y por ende crecer rápidamente.
Se dedicaron a al cultivo de caña de azúcar y trigo en la agricultura y a la crianza de ovejas y bovinos en la ganadería.
Sin embargo, la presencia tlaxcalteca en el noreste es un tema que requiere atención académica, investigación y difusión. No se sabe de sus héroes, de su gobierno, de su autonomía, de sus luchas o de sus triunfos, cuestiona Villarreal Reyes. Hay mucho que estudiar todavía.
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