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La generación sin hijos

Por Agencias

Publicado el sábado, 8 de abril del 2017 a las 01:30


Los estudios advierten de una posibilidad alarmante: que los jóvenes no tengan descendencia

El Mundo | Madrid.- Nacer, crecer, reproducirse o plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo son frases hechas que van camino de desaparecer si de describir el ciclo vital en España se trata, especialmente en el caso de la generación millennial o, por hacerlo más sencillo, las personas más jóvenes de nuestra ciudadanía. “Las políticas públicas actuales obligan a los millennials a elegir entre tener un trabajo o tener un hijo”, sostiene la especialista en Políticas de Familia María Teresa López en un estudio reciente: Trabajo remunerado y vida familiar en la generación del Milenio: un equilibrio necesario.

Otro informe de 2017, elaborado por el Instituto Demográfico de Austria, reflexiona sobre la posibilidad de que “la falta de hijos haya llegado a su punto máximo en Europa”. En concreto, según explican los autores de esta investigación a EL MUNDO, Eva Pauline Beaujouan y Tomas Sobotka, “Italia, España y tal vez Grecia ya son los países europeos más proclives a no tener hijos entre las mujeres que nacieron en la década de los 70”. Y continúa la estela.

“La tendencia a no tener hijos en España depende de su economía y de su mercado de trabajo. Si los millennials tienen la posibilidad de conseguir trabajos más estables y desarrollar sus carreras esto podría revertirse. Pero, si en la próxima década y la siguiente se prolonga el desempleo, y se siguen deteriorando los puestos de trabajo, es probable que presenciemos un aumento de la falta de hijos. El Gobierno tendría que desarrollar políticas familiares», analizan. Pero Pablo Brusint (22) y Liliana López (32), en las fotos de arriba, no tienen demasiadas esperanzas al respecto.

A Pablo, por su edad, se le puede definir como un millennial junior. Licenciado en Filosofía, trabaja de teleoperador desde las 15:00 hasta las 23:00 horas y hay en él una mezcla mágica de optimismo y resignación. “Nada te garantiza nada, pero es lo que hay, y yo sé que soy un privilegiado porque gano 1.000 euros al mes y vivo con mis padres. No vi a nadie contento con su carrera en la universidad y no veo a nadie contento tampoco después de terminarla. Dejo la puerta abierta al futuro pero no me imagino con hijos en absoluto”, relata para EL MUNDO en un intercambiador de transportes de la capital, poco antes de empezar su jornada.

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Su voz hoy habla en nombre del 25% de la población española, los nacidos entre 1980 y 2000, los que “están renunciando a ser padres por dificultades económicas o laborales”.

Según el INE, hay 3,87 millones de hogares formados por parejas sin hijos, el 21% del total. El 51% de los jóvenes españoles de entre 25 y 29 años todavía no se ha independizado y vive con sus padres. La edad de acceso a la maternidad continúa retrasándose y roza ya los 32 años. Y las media de hijos por mujer es de 1,33.

“Tener hijos y trabajar fuera de casa se considera ya un ejercicio propio de héroes”, señala la especialista en Políticas de Familia María Teresa López, a la que recurrió la organización Think Tank Milenio, formada por millennials, para elaborar el informe Trabajo remunerado y vida familiar en la generación del Milenio. ¿Qué hace falta para revertir la tendencia a no tener hijos que se avecina?

Maternidad, y paternidad, como un bien social

Para López, “las políticas públicas actuales no favorecen una conciliación real porque lo que buscan es que los padres dediquen más horas al trabajo mientras sus hijos son cuidados y educados por terceras personas” y propone centrarse en “políticas que busquen el cambio cultural”. “En una sociedad envejecida, habría que valorar la maternidad y la paternidad como un bien social para todos. Esto exige que la generación millennial pueda hacer compatible su trabajo remunerado con la formación de una familia y el nacimiento de los hijos, pero los horarios actuales y el exceso de presencialismo lo impiden”, amplía.

Y parece que hable en nombre de Liliana López (32), a la que se puede denominar millennial sénior. Barcelonesa, licenciada en Comunicación Audiovisual, trabajó como una bestia durante su veintena en distintas productoras catalanas, creyendo que, en 10 años, habría posibilidades de que la vida le fuera bien. Hoy vive en Madrid con su pareja y es free lance.

“No puede ser que, de las 15 horas que estás despierto, 12 o 10 sean de trabajo. No puede ser. Ahora he de hacer las mil y un cabriolas para llegar a fin de mes, cogiendo constantemente todo lo que me ofrecen porque no sé cómo estaré dentro de un mes. Pero necesitaba parar porque me estaba perdiendo muchas cosas, personales y vitales, porque no paraba de trabajar, porque llegaba a mi casa a las 10 de la noche, destruida, y acababa cenando algo con el bolso colgado, en la cocina”, relata.

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“He ido a entrevistas de trabajo en las que me preguntan si quiero ser madre. ¿Voy a desaparecer del mapa laboral si tengo hijos? ¿Qué hago? ¿Me congelo los óvulos?

López se manifiesta en contra del presencialismo y, cuando le encargan trabajos como autónoma, pide la posibilidad de teletrabajar. “Te encuentras gente a la que se le da la vuelta al ojo y gente que lo entiende perfectamente”. Sin embargo, pese a haber hecho cambios en su actividad laboral para intentar desarrollar su vida personal, es difícil que tenga hijos, aunque los desea. “El problema es la precariedad laboral. Soy autónoma, tengo que tener muchos trabajos para llegar a fin de mes y, aún así, se me complica. Si uno no llega a fin de mes, ¿cómo lo vas a hacer con un hijo?”, se pregunta.

Y pregunta también a quien corresponda tomar medidas al respecto: “Si tengo hijos, quiero pasar tiempo con ellos y los trabajos actuales no me lo permiten. Tendría que verlos dos horas al día y tendría que pagar una guardería. ¿Cómo la pago?”. Y Teresa López sugiere, también a quien corresponda: “Las mejores políticas de conciliación son las orientadas a lograr la flexibilización horaria, el trabajo no presencial, al menos durante algunas horas de la semana y, sobre todo, las dirigidas a facilitar a los jóvenes trabajos remunerados con salarios dignos que les permitan formar su propia familia y con una cierta estabilidad laboral que les permita también asumir responsabilidades familiares a largo plazo, como es el tener hijos”.

El largo camino de la igualdad

Si la teoría parece conocida, ¿qué sucede con la práctica? El presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles, José Luis Casero, tiene algo que decir: “Las nuevas generaciones no tienen barreras mentales de jornadas rígidas y están exigiendo lo que es factible y natural: más flexibilidad de espacio y de tiempo. Es decir, la Generación Millennial es la generación que puede hacer posible la conciliación porque una de sus prioridades en el acceso al empleo es la flexibilidad: teletrabajo, jornada intensiva, disponibilidad de horario y de espacio… Es más, las empresas que quieran captar talento deben empezar a tener en cuenta estos parámetros».

En la vida real, Liliana se enfrenta a “entrevistas de trabajo en las que le preguntan si piensa quedarse embarazada”, le preocupa “desaparecer del mapa laboral si tiene un hijo y quiere coger la baja”, cree que “le hacen elegir”, que es un “problema de horarios y de conciliación” y que luego, además, “te juzgan”. “Qué hago, ¿me congelo los óvulos? ¡Eso cuesta un dinero también!”, reflexiona.

Lo que Liliana y Pablo -que se declara feminista- intuyen e incluso manifiestan es que, detrás de su situación y de la de tantos jóvenes en España tiene bastante que ver “la rápida inclusión de la mujer en el mercado laboral cuando todavía era complicado para ellas combinar tener familia con tener carrera”. Las comillas pertenecen a los especialistas europeos del Instituto Demográfico de Austria, Eva Pauline Beaujouan y Tomas Sobotka.

“El acceso de la mujer al mercado laboral en las últimas tres décadas en España ha sido mucho más rápido que en muchos otros países europeos. Por ejemplo, las mujeres treintañeras no trabajaron hasta los años 80, se ocupaban del cuidado del hogar y de la casa. El salto es enorme: se pasa del 30% de mujeres trabajadoras en 1980 a un 85% en 2012. Este cambio tan rápido dificulta que las mujeres encuentren el momento de formar una familia, especialmente dada la incertidumbre económica del sur de Europa”, analizan.

No ayudan, tampoco, “las largas jornadas laborales”, “la lentitud desde las administraciones en reaccionar al rápido incremento de mujeres en el mercado laboral” y la “tendencia pública a la gerontocracia” y el poco interés por “apoyar el desarrollo de las familias”. “Además, las parejas masculinas en España no están a la altura de sus homólogos en el norte de Europa en lo que respecta al cuidado de la casa y de los hijos. Las expectativas de las mujeres respecto a los hombres han crecido, pero ellos no han cambiado tan rápido como ellas”, ahondan.

Y matizan que “si el rápido ingreso laboral de la mujer es un factor determinante de la tendencia de las nuevas generaciones a no tener hijos, se debe a que ésta se ha desarrollado en tiempos de inseguridad laboral, con escasos ajustes por parte de las políticas públicas de familia y por la ausencia de apoyo por parte de los hombres hacia las mujeres en los hogares”.

Pone un poco de esperanza el sociólogo de la Universidad de Lleida Carles Feixa, especialista en analizar a nuestros jóvenes: “No creo que se trate de un proceso irreversible, ni mucho menos. Los países escandinavos fueron los primeros en iniciar una transición a la baja de la natalidad, y en la actualidad son unos de los países donde la natalidad neta -sin tener en cuenta la inmigración- es más elevada, pues las facilidades para las familias, sobre todo para las madres que quieren tener hijos, son grandes. Si las políticas públicas cambian, si la prioridad es fomentar políticas de conciliación entre vida laboral y vida doméstica, la ética laboral y contranatalista de los jóvenes y de la sociedad pueden ser reversibles. Entre la pirámide pura y la invertida, hay muchas formas geométricas más equilibradas, que facilitan un ciclo vital más equitativo”.

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