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Entre fe y milagros; El Niño que cura sin ser un santo

Por Néstor Jiménez

Publicado el martes, 21 de marzo del 2017 a las 10:00


A lo largo de 92 años de existir el fenómeno de el Niño Fidencio, ha acaparado miles de fieles alrededor del mundo.

Monclova, Coah.- A lo largo de 92 años de existir el fenómeno de el Niño Fidencio, ha acaparado miles de fieles alrededor del mundo e incluso formó su propio culto con una asociación religiosa establecida legalmente, sin embargo, sólo una cosa no ha logrado: la canonización del famoso curandero y el reconocimiento de la Iglesia Católica.

A casi ocho décadas de la muerte de el Niño, los fieles han tratado que la iglesia reconozca su santidad y se llegue la ansiada canonización o simplemente se abra la correspondiente investigación por parte del Vaticano para iniciar el proceso.

EL ANIVERSARIO

El 19 de marzo se festejó una vez más el aniversario del nacimiento espiritual de Jesús Fidencio Síntora Constantino, en el poblado de Espinazo, localidad perteneciente curiosamente a los municipios de Mina en Nuevo León y Castaños en Coahuila.

Desde la noche del sábado miles de devotos provenientes de diversas partes del país y del mundo, llegaron al humilde pueblo que cobra vida año con año para sumergirse en una babel que conjuga ritos católicos y paganos.

Todos estaban preparados para que al dar las campanadas de las doce de la noche, al unísono, entonar las mañanitas al curandero que al pasar las décadas ganó fama de sanador sobrenatural.

Llantos de alegría, abrazos, gritos y penitencia es lo que se vivió durante la noche, madrugada, día y tarde en el pueblo cuyos habitantes supieron explotar el turismo y hacen su “agosto” con la vendimia de souvenir y comida; Fidencio se ha convertido en una jugosa industria para Espinazo.

BREVE SEMBLANZA DE “EL NIÑO”

Fue un 18 de noviembre de 1898 cuando Fidencio nació en Iramuco, Guanajuato a las tres de la tarde, y fue hijo de la señora María del Transito Síntora y Don Socorro Constantino, pero desgraciadamente diez años después sus padres murieron.

Debido a ello quedó bajo tutela de su hermano Joaquín y narran sus biógrafos que debido a que no se desarrolló del todo sexualmente, su voz era sumamente delgada, nada varonil y estaba totalmente lampiño.

Eso, aunado a las actitudes aniñadas que tenía, le valieron que la gente lo conociera como El Niño e incluso asemejaban eso con que estaba libre de culpa y se asegura que jamás conoció mujer.

La amistad con Enrique López de la Fuente y las enseñanzas del padre Segura, tío de éste último, que le mostró los secretos de la botánica y la medicina alternativa serían indispensables para que su vida diera un giro de 180 grados.

Enrique se enroló en la Revolución Mexicana y Fidencio a los 15 años fue a vivir en casa de su hermana Antonia en el pueblo de Loma Sola, Coahuila, cercano a Mina, en el estado de Nuevo León.

Quiso el destino que tras la batalla de Paredón el 2 de abril de 1914, Enrique llegara a la Hacienda de Espinazo donde entabló amistad con el propietario Teodoro Von Wernich y en 1916 quedó convertido en el administrador.

Con el poder que eso le confería, López de la Fuente necesitaba un brazo derecho, para que cuidara su casa y a su familia y decidió mandar traer a Fidencio, quien llegó a Espinazo en tren en el año de 1921, sin saber que ese era su destino.

NO HAY QUÉ CONFUNDIR LOS NACIMIENTOS

La mayoría de la gente cree que la fecha 19 de marzo celebra el natalicio de Síntora Constantino, pero están equivocados, ese día pero de 1921 fue cuando nació espiritualmente.

Los devotos de ésta corriente religiosa recuerdan con el festejo el día que el famoso curandero realizó su primer milagro y no su nacimiento físico. A diferencia de otros curanderos, las proezas de Fidencio fueron documentadas.

Hace exactamente 92 años, doña María Zapata, vecina de Estación Luna, a pocos kilómetros de distancia de Espinazo, estaba encinta y sumamente grave. Su esposo Manuel Ríos supo de las facultades curativas con que Fidencio sanaba a los trabajadores de la hacienda y fue a pedirle ayuda.

No se lo pidió dos veces y a bordo de un armón (carro que se desplazaba por los rieles del ferrocarril) Fidencio fue llevado a Estación Luna, donde al verificar lo delicado de la situación practicó una cesárea a la mujer.

El producto tenía tres días de haber fallecido e incluso lo sustrajo ya negro, eso le estaba provocando infección a doña María, quien fue salvada oportunamente e incluso pudo volver a tener más hijos.

Con este evento inició la leyenda, la proeza corrió de boca en boca y a los pocos días comenzaron a llegar de diversos pueblos personas que buscaban una sanación a sus dolencias.

Sus métodos no eran nada ortodoxos: Sumergía a los enfermos en el lodo de una charca que aún existe, y donde en la actualidad se realiza la misma práctica. Para ingresar a su casa primero se tenía que dar una serie de vueltas en el árbol pirul de la entrada, conocido como “El pirulito”.

A quienes padecían enfermedades mentales los lanzaba contra un puma (sin garras ni dientes) o los subía en un columpio alto. Todos comenzaron a hablar sobre él y a llamarlo el Niño Fidencio.

Sin saberlo detonó la población en el humilde pueblo que llegó a 30 mil habitantes, por la calle principal no cabía un solo alfiler, la gente hacía campamentos por días para poder consultar con El Niño.

Sin embargo, fue la curación de la lepra que aquejaba al entonces presidente de la República, Plutarco Elías Calles, la cual el 8 de febrero de 1928, lo consolidó por completo y lanzó a la fama en medio de la Guerra Cristera que azotaba el centro y sur del país.

EL ESPIRITISMO: MÉDULA ESPINAL DEL FIDENCISMO

Tras la muerte de el Niño Fidencio el 19 de octubre de 1938, a siete meses de que el presidente de la República, Lázaro Cárdenas del Río expropiara el petróleo, los devotos del curandero iniciaron una serie de extrañas prácticas.

Bajo el pretexto de que la tradición atribuye a que en el lecho de muerte Fidencio dijo éstas palabras: “Regresaré y nadie sabrá en quién” mujeres y hombres aseguraban que el espíritu del místico de Espinazo entraba en sus cuerpos.

Las ‘materias’ como se les conoce a los médiums que aseguran ser el receptáculo para que el espíritu de Fidencio se comunique, se dividieron en dos las ‘cajitas’ que abarca a las mujeres y los ‘cajones’ a los hombres.

Actualmente alrededor del mundo estas personas tienen sus propias congregaciones donde aseguran curar al “bajarles” el espíritu del curandero y cada año llegan con sus seguidores a Espinazo en grupos llamados “Misiones”.

Aunque aseguran no cobrar un solo peso, los devotos les otorgan dádivas en agradecimiento a la consulta o una sanación. Son ellos quienes llevan a cabo los ritos en la charca de lodo y emulan en todo lo posible, presuntamente con el espíritu dentro, al famoso curandero.

“Don Roque” de la misión de San Ignacio, con voz chillona abrazaba a sus devotos mientras lanzaba naranjas en medio de la calle principal llamada Jerusalén, a quien golpeara la fruta quería decir que El Niño lo había bendecido.

Sin embargo, éstas prácticas propician también el que surjan charlatanes, que cobrando impresionantes cantidades de dinero, timan a los incautos.

Una vez que volvió en sí, “Don Roque”, de apellido Pinales, expresó que muchas personas sin escrúpulos sacan provecho y se hacen pasar por “materias” con el único fin de exprimirles el dinero.

Pero eso no es todo, por razones desconocidas, no sólo el espíritu de el Niño Fidencio se comunica con el mundo de los vivos, increíblemente también se posesiona de las “materias”, las almas de la Adelita, Pancho Villa, e incluso el Niño Jesús en su representación del Santo Niño de Atocha a quien le llaman “Tochito”.

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