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El Faro Rojo: Venganza fatal

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 24 de julio del 2017 a las 16:17


Cegado por la ira, no pudo evitar desencadenar la carnicería que le robaría la paz a la colonia Bellavista

Por Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Tras arremeter con furia en la humilde vivienda, “El Curro” arrancó la sierra eléctrica. Cegado por el odio, se abalanzó sobre sus vecinos, provocando la terrible desgracia donde uno de ellos falleció amputado, mientras él quedaba en agonía al ser arrollado.

Y es que con la vida pendiendo del destino, Juan subió a su camioneta para cobrar venganza de la cruel afrenta, tomando una decisión que aterrorizó a toda una ciudad por la brutalidad con que fue acometida.

Turbio pasado

Conteniendo el coraje que sentía por sus vecinos de al lado, Sergio veía pasar el tiempo ocupado en sus actividades diarias para no evocar al pasado amargo que le provocaba asco, ese que se acrecentaba cada que cruzaba miradas con sus rivales de barrio en la colonia Bellavista.

Aquel atardecer de miércoles mataría la tranquilidad del rumbo para siempre, porque los ecos del rencor sonarían fuerte, generando la reyerta en la que ninguno de los implicados saldría bien librado, porque la hoz de la muerte se postraría sobre ellos de manera inevitable.

Aunque nadie conocía los motivos de tan arraigado odio, sus efectos saturaban el ambiente de la calle Reforma que, ajena a todo, veía el trajinar de los transeúntes por sus aceras, mientras la desgracia comenzaba a tomar forma en uno de sus domicilios.

Suspirando por los tiempos mejores que nunca llegarían, “El Curro” aguardaba el instante en que pudiera sacar la ira contenida para vaciarla sobre aquellos que tanto daño le habían hecho y nada hacían por resanar las heridas que habían creado.

Por su parte, Juan “La Llanta” y su sobrino Gerardo “El Playa” hacían su vida en una de las casas cercanas a la del enemigo silencioso, de quien no se confiaban por el historial de altercados que tenían entre sí.

Irónicamente, esa tarde de junio se nublaría como presagiando lo peor, mientras los contendientes se perdían en la banalidad de sus actividades ignorando que el ocaso del día sería tan histórico como trágico para sus aspiraciones terrenales en un barrio inundado de mercados, paseos colombianos y estudiantes correlones.

Noche de terror

Postrado frente al televisor que no aminoraba sus penas existenciales, “El Curro” sentía que el fuego del rencor lo incendiaba lentamente, y aunque el sopor veraniego lo abrumaba prefería evadir sus imágenes mentales para no caer en la tentación de la ira.

Al paso del tiempo, el ocio reaccionó fatal en la atribulada cabeza del treintón, mientras la noche alargaba su arribo como presagiando la maldad que avistaba intangible, con el silencio de la zozobra que llega para derramarse en dolor.

Y es que en un momento de arrebato, se levantó del sillón en que reposaba sus males para dirigirse al cuartucho en el que guardaba la vieja sierra eléctrica con la que concretaría su triste obra, la misma que ahora lo tiene tras las rejas.

Decidido a terminar con sus fantasmas existenciales, “El Curro” ideó la manera de sacarse la espina y con herramienta en mano hizo frente a su tétrica realidad, irrumpiendo con bestialidad en la casa de los Hernández.

En una rápida ofensiva, el atacante intercambió puñetazos con sus rivales, pero sin dejar de lado su intención arrancó la sierra y con franca ventaja se dejó ir contra Juan, rebanándole el brazo mientras Gerardo hacía lo posible por salvar la vida tirando golpes por todas partes.

Pero el momento anímico era para Sergio, que al sentir liberada su presión emocional salió corriendo de la casa para perderse entre las calles del sector, imaginando que había cumplido su misión olvidando presupuestar las consecuencias de su salvaje acto.

Descomunal batalla

Con la vida pagada en abonos, “La Llanta” subió con dificultad en su camioneta para perseguir al hombre que lo había masacrado brutalmente, mientras la existencia se le iba en los borbotones de sangre que saltaban de su brazo casi desgarrado por completo.

Venciendo la fatalidad de un cuerpo hecho añicos para suplirlo con la voluntad inquebrantable de hacer justicia por su propia mano, Juan aceleró la Chevrolet hasta dar con su objetivo, que pretendía esconderse en una oscura esquina.

Antes de que eso ocurriera, el de-sahuciado conductor avanzó tragando pavimento durante algunas cuadras, hasta que dio alcance al sujeto que pagaría con su integridad el atrevimiento de convertirse en potencial asesino.

Sabiendo que su destino estaba escrito, el moribundo intentó plasmar la última página con la tinta de su sangre, por lo que sin remordimiento atropelló a su atacante, dejándolo tirado en las inmediaciones de la fatídica esquina.

Resoplando fuerte para arañar los últimos minutos de su sentenciada historia, Juan retomó la calle y huyó a toda prisa, dejando atrás lo que sería su último acto defensivo en pos de la fortaleza física que se había ido para no volver.

Metros adelante, el conductor paró el andar de la troca y se refugió debajo de ella para esperar la ayuda milagrosa que lo sacara del trance que estaba viviendo, mientras a escasas cuadras de ahí el barullo de los residentes hervía hasta llegar a oídos de las autoridades.

Caos absoluto

Apenas corrían los primeros minutos del jueves cuando granaderos municipales se apostaron al exterior del domicilio en conflicto sobre la calle Reforma, donde apoyados por paramédicos de Bomberos auxiliaron a Gerardo “El Playa” para llevarlo grave al Hospital Universitario.

Por su parte, socorristas de Cruz Roja hicieron lo propio con Sergio, quien había sido arrollado en una esquina por sus rivales, siendo trasladado en estado grave al hospital donde intentarían salvarle la vida.

Inexplicablemente, otro sujeto apareció tirado en las calles aledañas al sitio de la revuelta, siendo trasladado por efectivos militares que transitaban sobre el sector a una clínica del Seguro Social, donde permaneció bajo internamiento médico durante días debido a las graves lesiones que mostraba en todo el cuerpo.

Así se dio el rojo anochecer en aquella trágica jornada de horror en la colonia Bellavista, donde varias vidas se extinguieron como resultado del odio entre vecinos que previsiblemente acabaría de la peor
manera.

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