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El Faro Rojo: La bestia…

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 23 de octubre del 2017 a las 17:53


Cruel venganza de un exmarido que no tuvo piedad con su víctima

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Sacando todo el rencor que tenía guardado en sus entrañas, Emilio torturó a la mujer que alguna vez amó con locura, y sin piedad la administró descargas eléctricas, hasta dejarla casi inconsciente, para luego saciar sus instintos animales ultrajándola hasta la saciedad.

Turbado por sus arrebatos emocionales, el inquisidor caminó lentamente hacia la mesa de donde tomó las agujas que ya tenía preparadas, clavándolas bajo las uñas de Diana, quien vencida por el dolor se desvaneció sin oponerse al ataque, mientras el victimario concretaba las bajezas que pagaría con cárcel.

Fatídico destino

Mientras una tenue corriente invernal sacudía su cabello dañado por los estragos de la violencia, la cocinera miraba a lo lejos, aguardando el arribo del taxi que la llevara de vuelta a casa, porque la noche era fría y deseaba resguardarse en su hogar lo antes posible.

Caminando de un lado a otro, Diana se sacudía, tratando de espantar el hartazgo del turno laboral que había tramitado minutos antes; a lo lejos, las luces de las farolas iluminaban el bulevar Figueroa, denotando una enorme línea que parecía no tener fin.

Súbitamente, el rechinido de un vehículo sacó de sus pensamientos a la mujer que, sorprendida, giró la vista, viendo con terror la imagen de un hombre que la hizo estremecerse, imaginando que algo malo estaba por venir.

De entre las penumbras de la noche resaltó la figura de Emilio, quien tras bajar del auto se acercó a su ex, queriendo negociar un fallido matrimonio, disimulando la tranquilidad que no tenía porque su plan de venganza estaba escrito con el sello del dolor.

Haciendo gala de su fuerza física, el galancete de barrio sometió a Diana, que nada pudo hacer para defenderse, subiéndola en el automóvil de alquiler que arrancó a toda prisa, perdiéndose en la madrugada, que pareció convertirse en mudo testigo de la tragedia que se acercaba. 

Así se agravaría la historia de la joven madre, que se convirtió en una víctima más de la violencia casera, y que decidida a cambiar su suerte dio las gracias al padre de su hijo para buscar el amor en brazos de alguien que la supiera valorar.

Tortuoso ataque

Impaciente por saborear el elíxir de la venganza, Emilio bajó presuroso del auto amarillo y con los modales guardados para mejor ocasión empujó a su exmujer hasta el fondo de la casa, donde concretaría el objetivo largamente anhelado.

Sin perder la concentración del momento que lo tenía ensimismado, el jefe de familia tomó del brazo a su víctima para avanzar hasta el comedor, donde detuvo su andar, mientras afuera de la vivienda una tensa calma flotaba sobre el ambiente de la calle Cedros. 

Con la fémina completamente dominada, el escuálido victimario sacó de entre sus pertenencias un par de cables que conectó a un enchufe de luz mientras se los ponía a su exnovia en los genitales, comenzando la obra de terror que culminaría de la peor manera. 

Aún con los estragos del sadismo corriendo por sus venas, Emilio dejó a la mujer recostada sobre la silla para, en una rápida ofensiva, correr al patio, donde buscó las armas que le sirvieran para concretar su bajeza.

Segundos después, el macho se paró frente a la mujer, y dejando de lado las consecuencias, atacó con furia, golpeándola con un tubo de acero y una tabla, hasta dejarla con la conciencia en el suelo, fue entonces cuando comprendió que su plan estaba dando resultado.

No conforme con eso, tomó de la mesa el puñado de agujas que clavó en los dedos de los pies y bajo las uñas de las manos, haciéndola sentir dolor en carne viva para que siempre recordara que no debía descuidar a su bebé, arrancándole la ropa a tirones para violarla y luego darse a la fuga.

Justicia divina

Tratando de reponerse a la paliza física y emocional que le habían dado, Diana se incorporó lentamente del sitio donde el chacal la hizo suya, buscando que nadie más le hiciera daño para entonces buscar ponerse a salvo.

Reponiéndose momentáneamente de la pesadilla que estaba viviendo, salió del domicilio para ir a una clínica donde pidió que la valoraran, mientras el atacante huía intentando evadir la acción de la justicia.

Pero los días de libertad del chacal estaban contados, porque horas después retornó a la casa para descansar los efectos de su bochornosa obra, cayendo en el sueño profundo que lo traicionó sin darse cuenta.

Inesperadamente, una lluvia de toquidos revolotearon en la puerta y lo hicieron levantarse de un brinco, abriendo el acceso con sorpresa, aunque sabía que el destino ya lo había alcanzado para exigirle cuentas del despiadado ataque que un día antes había perpetrado.

Al responder la llamada que hacían al otro lado de la puerta, Emilio vio al grupo de hombres que se identificaron como agentes ministeriales, y con una orden de captura entre sus manos le notificaron que estaba detenido.

Durante la declaración preparatoria emitida ante un juez del ramo Penal, el sujeto acusado de abuso sexual aceptó las imputaciones que pesaban en su contra, externando los motivos que lo orillaron a cometer tan salvaje acto.

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