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El Faro Rojo: Ataque de hormigas

Por Ruta Libre

Publicado el lunes, 20 de febrero del 2017 a las 18:19


Quería ser libre, pero encontró la cárcel al dejar morir a su pequeña de la forma más despiadada

Por: Rosendo Zavala

Saltillo, Coah.- Alertado por los gritos de una bebé que lloraba sin parar, José abrió la puerta de la humilde vivienda para contemplar la escena que lo estremeció de horror: en la cama estaba tendida la niña, que era atacada por hormigas que la mordieron hasta quitarle la vida.

Presuroso, el anciano corrió hasta el pestilente colchón para rescatar a la pequeña Stephani, quien a pesar de seguir viva, pereció en el hospital mientras su madre quedaba a merced de la justicia, que la castigó con un encierro penitenciario que le sabía a nada.

Bestial indiferencia

Desde que la pequeña llegó al mundo, Mariana sintió que su libertad se había ido con la encomienda de convertirse en una joven madre. Quedaban a lo lejos sus días de naciente libertad porque dar a luz la orilló a desentenderse de su nuevo rol.

Así corrieron los días. Con una familia desintegrada que, lejos de adaptarse a las circunstancias, agravó las circunstancias, la mujer zarandeaba el fruto de su vientre cada vez que enfurecía al recordar que ya no era dueña de su tiempo.

Por si eso fuera poco, las secuelas de una caída libre accidental convirtieron a la infante en una dependiente absoluta de su madre, que sólo se dedicaba a vagar para olvidar los pesares caseros que a cada paso se acrecentaban.

Durante más de un año, Mariana brindó lo peor de su indiferencia a la única descendiente que tenía, concentrando en ella el rencor con el que pretendía matarla de soledad, logrando su objetivo cuando menos lo esperaba.

Trágica realidad

Aquella mañana de verano, Mary salió de su domicilio en la colonia Paseo con un solo pensamiento: librarse de la batalla que representaba lidiar con la niña que para entonces se había convertido en una carga emocional.

Y es que desde que Steph se cayó de la cama, las secuelas del golpe que se dio en la cabeza habían cambiado su destino para siempre, por lo que sólo balbuceaba frases que enardecían el sentimiento de su inexperta madre.

Mientras la desentendida jefa del raquítico clan se entretenía vagando por calles de la Zona Centro, una colonia de bichos que salía de entre el polvoriento piso del cuarto formó la columna que desfiló con un destino de muerte.

En cuestión de minutos, los bichos se posicionaron en el colchón donde dormía la infante, atacándola sin piedad para hacerla retorcerse sin que nadie pudiera ayudarla, porque el acceso principal de la paupérrima habitación estaba sellado con candado.

Durante horas, la discapacitada murió lentamente y sus súplicas de auxilio parecían no tener eco, hasta que al caer la tarde sus plegarias de dolor tuvieron efecto en un vecino que la escuchó sufrir agónicamente.

Al otro lado de la puerta, José permaneció en silencio para escuchar lo que ocurría adentro del cuartucho, y al confirmar que se trataba de una bebé sufriendo, se dispuso a allanar el lugar. Sabía que no había adultos que la tuvieran bajo resguardo.

Utilizando sus propias manos, el sexagenario quitó las hormigas al castigado cuerpo de la infante, provocando la movilización de autoridades que investigaron el hecho mientras la niña era llevada al hospital, donde murió al no soportar los estragos de las mordeduras.

Justicia divina

Cuando la Procuraduría confirmó el deceso de Stephani, una intensa investigación se desplegó hasta que dieron con el paradero de Mariana, quien al ser llevada ante la justicia declaró sobre la omisión de cuidados intencionales que derivaron en la muerte de su hija.

Indolente ante la desgracia que la había alcanzado en casa, la joven de apenas 20 años recetó una bofetada de realidad a los sabuesos ministeriales que la interrogaron, al afirmar que su deseo de quedarse sola en el mundo se había cumplido.

Soltando toda la rabia contenida durante el último año, la desnaturalizada madre aceptó que desde que estaba embarazada su intención era no atender a su pequeña, por lo que el nacimiento no la deslumbró e intentó deshacerse de la nena con un velo de indiferencia.

Fue así como sus andanzas por las calles de la ciudad se hicieron cada vez más frecuentes, esperando tener algún día la dicha de sentirse libre y sin hija, porque ella sólo le estorbaba en sus deseos de sentirse adolescente otra vez.

Bajo esa confesión, la fémina fue sometida a un juicio penal que no tardaría mucho porque un juez de control la encontró culpable del delito de omisión de cuidados y por homicidio agravado, condenándola a 30 años de prisión en un reclusorio local.

Imaginando los días de una libertad que tendrá que esperar durante décadas, Mariana mira el tiempo pasar, como cuando se desentendía de su hija que pereció por las hormigas que la envenenaron durante horas gracias a la indiferencia que le costó la cárcel.

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