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Disciplina de un héroe clásico

Por Christian García

Publicado el martes, 25 de julio del 2017 a las 11:00


El pintor llegó de Zacatecas para fundar la pasión por la pintura en nuestra ciudad

Saltillo, Coah.- Saltillo, la ciudad de los hermosos atardeceres y cielos abiertos, ha atrapado a numerosos artistas que han caminado por sus calles. Entre ellos se encuentra Rubén Herrera, pintor nacido en Zacatecas en 1888, pero saltillense por adopción.

Magdalena Dávila Salinas, directora del Museo Rubén Herrera comenta que “él se crió aquí, en estas calles, y también recibió su educación en nuestra ciudad, además de tener su primera formación como pintor aquí mismo, para después poder ir a otro lugar”.

Estas palabras recuerdan que un migrante siempre tiene la oportunidad de sembrar una semilla, en el lugar al que vaya, la cual germinará en algún futuro.

La vida del migrante

Coahuila, y en especial Saltillo, es una comunidad que se formó a partir de la migración y el arte da cuenta de esto, pues Herrera fundó una tradición artística dentro de la ciudad. En 1901 su familia se muda a la ciudad de Saltillo y él comienza su estudios en el Ateneo Fuente, la institución educativa más antigua de la ciudad, cuya fundación data de 1867, en donde lleva clases con Francisco Sánchez Uresti quien descubre su talento en la pintura.

“La llegada de Rubén Herrera a la ciudad y sobre todo el descubrimiento que realiza Sánchez Uresti en el joven es de vital importancia, pues así, con el apoyo de su maestro, Rubén pudo desarrollar todas sus habilidades en cuanto a la pintura, lo cual en un futuro lo llevaría a Europa y de ahí a su regreso, para ser uno de los pintores más importantes que ha tenido la ciudad”, dijo Dávila.

A los 20 años Rubén Herrera es becado por el gobernador del estado de Coahuila, Miguel Cárdenas, para continuar sus estudios en la ciudad de Roma, la capital del arte, en donde sus estudios son dirigidos por el maestro pintor de origen catalán Antonio Fabrés, quien se convertiría en uno de sus grandes amigos.

Durante el tiempo que pasó en la ciudad italiana, el pintor da cuenta de su habilidad realizando numerosos dibujos y pinturas, cuyos principales temas eran bucólicos paisajes rurales, así como tensos dramas urbanos, rematados por la arquitectura clásica de la urbe europea.

Son de esta época obras como Retrato de Laura, la serie de Apuntes Niña del Arete y varias esculturas que surgieron como copias de obras académicas. Desde ese tiempo se notaban ya las influencias que el joven tendría en su obra: los grandes maestros clásicos como Tiziano y Miguel Ángel, pintores que forjarían en él una tradición pictórica academicista y clásico.

“El haber aprendido estas técnicas y el haber visto más que nada las obras de los grandes pintores del Renacimiento influyeron en él y es algo que puede observarse en su pintura, pues aun al día de hoy podemos ver sus piezas y saber que se mantienen vigentes una a una, son obras que se mantienen en perfecto estado para el mundo actual”, comentó Alejandro Cerecero, maestro de la Escuela de Artes Plásticas Rubén Herrera de la Universidad Autónoma de Coahuila.

Aún después de su estancia en Roma, Herrera logra entrar a dos academias de bellas artes en Francia y en Roma, el año era 1910. Momento convulso en nuestro país debido al estallido de la Revolución Mexicana, la cual tuvo sus consecuencias sobre el pintor al otro lado del gran océano, pues los estallidos de las armas, provocaron la suspensión de la beca del artista.

Aun con todo esto, Herrera prosiguió con la creación de sus pinturas. Participó y ganó diversos concursos en Roma y sus obras fueron expuestas en el Salón de los Independientes en 1912, recinto que años después vería suceder un evento que cambiaría la historia del arte: Marcel Duchamp presentaría su escultura La Fuente.

Aunque alejado de las vanguardias que reinaban durante el siglo 20, el pintor saltillense, cuya obra es sobria y mesurada, hablaría sobre su admiración en los logros cromáticos de las corrientes artísticas como el cubismo del español Pablo Picasso y el futurismo del italiano Marinetti.

Es el año 1920 un año trascendental en la vida de Rubén Herrera, pues regresa a México después de 13 años de una estancia en Europa, contrae matrimonio con la también pintora Dora Scaccioni, y también funda, en este año, la Academia de Pintura de Saltillo, labor invaluable para la naciente pintura de nuestra ciudad.

“La influencia de Rubén Herrera es total. Creo que todos los artistas que nos hemos formado en Saltillo hemos sentido su influencia. De niña crucé frente al museo y lo conocí, vi su obra, me sentí cercana a él. Pude conocer su obra en mi formación como pintora, no para hacerlo igual, sino para reflejarme en él.

“Rubén Herrera ejerce una influencia total en la sociedad artística saltillense por su labor de amor al arte. Fundó una academia, la escuela de pintura de la universidad lleva su nombre y claro que es una figura que se tiene que conocer para ver lo que logró”, recuerda Dávila.

Después de una estancia de 13 años en nuestra ciudad, de distintos problemas que impidieron seguir con su labor académica y que siguiera formando nuevos creadores en su escuela, Rubén Herrera murió el 1 de octubre de 1933 en nuestra ciudad, en la cual dejó un legado de amor por la pintura y el arte clásico, por las formas difuminadas en colores claros y sobrios. Murió a los 41 años, justo en un punto clave de su carrera, la cual apuntaba hacia nuevas formas de experimentación con la pintura.

Sus restos descansan, desde 1940, en la Rotonda de los Hombres Ilustres

“Lamentablemente murió muy joven, en un punto en el que sus obras apuntaban a otra dirección. En un repaso que he estado haciendo de sus pinturas, he notado esa manera que comenzaba a crecer en él de pintar de manera más suelta, sin dejar las líneas de la academia”, comentó Dávila.

Técnica sublime

Con un talento nato pero también con una dedicación por el conocimiento pictórico, Rubén Herrera estudió durante años a los maestros universales de la pintura. Sus obras muestran piezas mesuradas en sus técnica y en el uso del color, los cuales muestran una veta cercana al estilo del pintor flamenco Piter Paul Rubens y al español Diego Velázquez.

El haber aprendido de semejantes maestros y el haber muerto justo cuando su carrera despuntaba a nuevos terrenos, ha impedido que Herrera tenga una influencia directa sobre los artistas saltillenses, o al menos así sucede con el joven pintor Roy Carrum, quien ahora vive en la Ciudad de México.

“No siento una influencia en el sentido didáctico, pero cada vez que voy a Saltillo visito sus pintura,s pues siento que más que una influencia. Es una figura importante dentro del arte de la ciudad.

“Su importancia recae, principalmente a que fue él quien fundó la escuela artística saltillense, básicamente en el sentido académico, esto es importante en cualquier parte, ya que se comenzó con los clásicos, y en Saltillo más que nada, pues en ese tiempo había una escena más bien nula, en cambio el se preocupa por acercar a la ciudad al estudio plástico académico, aunque ignorando las vanguardias”, comentó Carrum.

Si bien la obra del artista saltillense es un derroche de técnica, la base de su pintura se concibe en el dibujo, género en el cual Herrera se consagró como un maestro desde joven. Sus piezas a carboncillo y a lápiz como lo muestran sus piezas Centauro Raptando a Deyanira, Retrato de la Señorita Scaccioni y La Sibila Libica, copia de una de las obras de Miguel Ángel.

En una ocasión Herrera comentó que su fuerte era el retrato, pues para 1922, año de tal declaración el pintor había realizado innumerables obras a lápiz y óleos. El dibujo, aprendido en las academias italianas revelaba a un pintor disciplinado en el oficio del retrato. Esta atracción por el autorretrato, hizo posible que este año, se llevara a cabo la primera Bienal de Autorretrato Rubén Herrera, la cual tiene como objetivo preservar e impulsar el arte, en el que el artista se sentía más cómodo.

Antes y ahora

Si bien el arte de Rubén Herrera se ha ido olvidando con el tiempo, en su época gozó de buena fama y aprobación por la crítica que quedó de manifiesto en los periódicos así como en el ojo de los críticos de su tiempo, quienes encantados por la obra realista de Herrera, le abrieron las puertas de sus museos.

“La obra de Herrera es de una belleza y de una extensión poco comunes y revela en la técnica, en la interpretación y en la idea, tan firme talento, tan intensas facultades de emotividad, que no dudamos de que este pintor se impondrá por sí solo, ya que no necesita ayuda alguna, entre cuantos artistas de su género existan ahora no sólo en la República Mexicana, sino en el mundo entero”, esta cita se pudo leer en la edición del día 14 de marzo de 1922 de el periódico El Demócrata, el autor fue el periodista Gil Tor, antes de que se recibiera una exposición en la Ciudad de México.

Para mantener viva la obra, la tradición y la escuela del pintor, en nuestra ciudad se fundó en 1970 el Museo Rubén Herrera, por la familia del creador con el objetivo de preservar y dar a conocer los aportes que el pintor realizó a la vida cultural no sólo de Saltillo, sino de México.

Es la historia del zacatecano, el recuerdo de muchas personas, que, en un constante viaje buscan un lugar en el cual se permanece, se aprende y se vive; Rubén Herrera, al igual que cientos de personas más, fue un migrante que logró fundar en Saltillo, la historia de su nombre y la historia de la ciudad, con el conocimiento aprendido en otras.

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