Saltillo|Monclova|Piedras Negras|Acuña|Carbonífera|TorreónEdición Impresa
Futura mamá Ajustes en equipos Melany celebra XV años El transa de Piña Hoy es el día

Zócalo

|

Clasificados

|

Información

< Clasificados

Clasificados

Crónica de una guerra

Por Rosalío González

Publicado el jueves, 17 de agosto del 2017 a las 08:00


Peleas entre pandillas tienen en vilo a las colonias La Palma y Universidad Pueblo.

Saltillo, Coahuila.- 1. Los Gavilanes atacan de modo sorpresivo, se esconden para no ser vistos y siempre cazan a presas pequeñas, indefensas, a quienes no podrán responder con su misma fuerza.

Son las 11:30 horas en estas calles dominadas por gavilanes. Una patrulla sale disparada por una esquina y su conductor volantea embarrando el caucho de las llantas sobre el asfalto. No es la única, la zona está llena de patrullas… “pero no serán suficientes”, dice el señor de la miscelánea.

Meses atrás estuvimos aquí, cuando los vecinos denunciaron que desde los techos de sus casas Los Gavilanes peleaban a bombazos contra otra pandilla de la zona. Nadie les hizo caso. Desde hace mucho las pandillas en La Palma y Universidad Pueblo combaten con bombas caseras, “juegan” a la guerra.

En marzo de este año tres personas, entre ellas dos menores fueron quemadas de gravedad tras estallarles una molotov en un combate del que eran completamente ajenas. La mala suerte de alguien que vive en medio de una guerra que no es suya y para la que no se prepara.

El elemento favorito de Los Gavilanes es el fuego. Las llamas queman, revientan, asfixian, arden, escandalizan, huelen, y se ven a la distancia, siembran terror.

2. El domingo por la tarde vino la verdadera desgracia para la colonia, cuando un grupo de gavilanes –ocho dicen los testigos– se metieron a una casa donde se encontraban una mujer, un adulto mayor y un joven, iban por este último, seguros de que los otros dos no podrían defenderlo. Se equivocaron.

A Los Gavilanes les gustan las presas frágiles y asustadizas. Esa tarde se metieron al lugar erróneo, pues el hombre de 78 que tras ver cómo golpeaban a su hijo adentro de su casa decidió sacar una pistola y dispararle a los
pandilleros.

Los Gavilanes huyeron. Volaron rápido sólo los que pudieron porque la mayoría quedaron heridos en el lugar. A uno de ellos una bala le perforó el abdomen y tuvo que ser trasladado al Hospital General de Saltillo de urgencia. Fue intervenido rápidamente, pero no se pudo salvar su vida; murió a los 20 años.

“A partir de entonces las cosas no se quedaron tranquilas”, narran los vecinos consultados, que piden no ser identificados con nombres ni imágenes porque el miedo los carcome, y no quieren correr con la misma suerte.

Desde la madrugada del lunes no ha parado el terror. En las calles Palma Gorda y Cola de Pescado hay casas flameadas, en una de ellas pintada en color similar al de la arcilla vivía la familia atacada la tarde del domingo por Los Gavilanes.


Esta es una de las casas atacadas por Los Gavilanes, después de lanzar la amenaza.

Enardecidos, ciegos por la ira de haber sufrido una baja y perdido a un amigo y cómplice del “barrio”, Los Gavilanes lapidaron la casa, violaron las cintas instaladas por las autoridades y prendieron fuego al
inmueble.

“Había unas flamas grandes, cubrían hasta el segundo piso de la casa y eso que sólo prendieron el primero”, narran los testigos.

Por las ventanas y puerta principa de la construcción se puede ver el interior carbonizado y manchas negras en el exterior. Los vidrios reventados por la alta temperatura siguen tirados y las macetas enanas que hay en la cochera están esparcidas por todo el lugar.

“No te puedes meter”, dice un elemento de la Policía Municipal que junto con uno de sus compañeros cuida el lugar. “Nosotros estamos aquí cuidando las dos casas, no sé por cuánto tiempo. Yo creo que hasta que nos den la orden de retirarnos”.

Ahora la Policía monta guardia bajo un árbol frondoso de la calle Cola de Pescado, desde donde puede ver no sólo la casa color arcilla, sino también la azul celeste que se encuentra en la esquina con Palma Gorda y que tuvo el mismo final.

Los inmuebles están completamente vulnerados, parece que se sostienen con fragilidad, pues el fuego todo lo vence, y las estructuras quedaron tronadas por dentro. Nadie las reclama por ahora, no las visitan, el miedo late.

3. Son las 12:00 horas, la colonia arde por el sol y la temperatura. Mientras caminamos por una de las banquetas otra patrulla sale de una esquina provocando un estridente rechinar de llantas, van con una prisa atroz.

Durante estos días la colonia La Palma tiene más presencia policiaca de lo común, porque generalmente una sola patrulla realiza rondines por el lugar, pero sin grandes logros, sin ahuyentar a las pandillas.

A una tienda de abarrotes ingresa una mujer con dos niños, uno de ellos uniformado de la primaria, como de 6 años y el otro es más pequeño todavía. En esta colonia asediada por pandillas viven miles de saltillenses.

La Palma y Universidad Pueblo son populares, aquí la mayoría practica oficios de comerciantes, albañiles, mecánicos, trabajadores en fábricas y profesionistas, hay una lista incontable de casas pequeñas, de interés social vandalizadas, abandonadas por los propietarios y otras tantas en venta.

En una sola cuadra hay tres, cuatro o hasta cinco letreros de “se vende o renta”. Quienes han presenciado las noches de guerra en ese lugar no pueden volver a estar tranquilos mientras duermen ahí mismo.

El sentir de los ciudadanos entrevistados en la colonia es de indefensión, creen haber sido olvidados por la autoridad. Las pruebas están a unas cuantas cuadras de donde fueron incendiadas las casas. Una estación de vigilancia policiaca está abandonada.

“La autoridad se fue hace años”, y los dejó ahí, casi a su suerte, pues mientras la policía o los equipos de auxilio reaccionan, el fuego ya consumió un inmueble, asesinaron a un hombre, robaron a una mujer, quemaron a un niño o vaciaron una casa. “La maldad no para”, se lamentan.

Los vecinos esperan que no suceda lo que aquella vez que las bombas molotov retumbaron en la colonia –hace cinco meses– y provocaron la atención momentánea de la policía, pero luego otra vez la desatención.

“No cuiden donde está tranquilo –les recomiendan los vecinos a las autoridades–, cuiden aquí donde está cabrón vivir”.

Notas Relacionadas

Más sobre esta sección Más en Clasificados