Nacional
Por Agencia Reforma
Publicado el sábado, 2 de julio del 2011 a las 21:25
Ciudad Juárez.- En Ciudad Juárez la muerte sale, literalmente, al paso: 20 ejecutados al día, un cementerio a media calle y sin bardas de por medio, numerosas casas en ruinas, obras viales iniciadas hace 9 años que estorban el tránsito y están lejos de concluir, y un centro histórico prácticamente fantasma.
Desde el mirador La Rosa de los Vientos parece que el arquitecto de Ciudad Juárez fuera el Diablo: desparramada en medio del desierto, se ve invadida por terrenos baldíos donde igual tiran basura que cadáveres.
Entre los cerros que la rodean se distinguen las brechas que conducen a las colonias populares levantadas con cartón, fierros y neumáticos viejos.
“El clima hostil, la ciudad aislada, la falta de servicios públicos, la vulnerabilidad a las crisis y desempleo, todo parece conspirar para que habite la violencia”, dice Ángel Estrada, un documentalista cuyo trabajo habla de los vivos de Juárez.
Ni sombra de lo que era Ejemplo de esas épocas fue el bar “El Paraíso”, cuyos dueños corrieron por candados y un herrero el día que el gobierno municipal decidió cerrar los antros a las 3 de la madrugada para garantizar “seguridad”.
A pesar de ser la zona con más bulla, tiene la apariencia de una ciudad bombardeada: la violencia ahuyentó al turismo y dejó una estela de desempleo que a su vez detonó el crimen.
Los picaderos
Las casas y comercios abandonados se convirtieron en picaderos y en su afán por “limpiar” la ciudad, el Gobierno municipal comenzó a expropiar y derribarlos para construir una nueva cara que terminó en terrenos baldíos.
Ahí los únicos ganones son los pepenadores, que con su carretilla pican piedra y roban las varillas o cables de las casas a medio derruir, y los arriesgados que aprovechan las rentas bajas.
Esta zona, antes epicentro de la fiesta juarense, es el escenario principal de la política de “limpia” con que el Gobierno municipal se suma a la estrategia de seguridad federal.
Además de derrumbar edificios hay operativos para detener a los adictos que por ahí de las 6, 7 de la mañana, deambulan para conseguir alguna dosis. Es entonces que la policía municipal, al mando de Julián Leyzaola, hace las detenciones.
‘Depósito de culpables’ “Mostrar la credencial de elector ya no es suficiente para que te dejen ir, si no enseñan una del trabajo, son enviados a la cárcel preventiva, mínimo por 24 horas”, dice el joven.
A unas cuantas cuadras de la Catedral, “El Clavo” renta una casita que fue abandonada por sus dueños luego de que la quemaron.
El hombre de unos 50 años estudió leyes en Texas y ahora trata de dejar la adicción a la heroína. Lleva una libreta forrada de cuero y en ella los artículos de la Constitución, su escudo ante los cateos de la Policía Federal, a la que acusa de detenerlos de manera ilegal cuando necesitan presentar culpables de algún asesinato.
“Se acaban de llevar un viaje (varias personas) los amontonan en una camper hasta que ya no quepan y luego resulta que de ahí ya solucionaron este crimen ‘con éste’ y ‘a éste ponlo acá y se acabó’. Como ahorita, andan buscando a una persona que mató en un hotel a una mujer.
“Arrestaron a un hombre como sospechoso y se dice que todavía hay otra persona envuelta en el crimen, entonces esa persona la van a querer sacar de aquí”.
Cómo se arraigó la violencia En ellos detallan la raíz de la violencia en Ciudad Juárez: el empleo precario, la especulación de la tierra que derivó en una ciudad aislada y rasgó el tejido social de las familias migrantes que llegaron a trabajar en las maquilas y de algunas colonias como la Anapra, en donde la pobreza y falta de servicios públicos están a niveles de la Montaña de Guerrero.
Una de las fallas estructurales más evidentes es el sistema de transporte.
Alrededor de las 6 de la tarde, las calles de Juárez se saturan de tráfico de la gente que va y viene a las maquilas.
La mayoría son autos particulares, los menos son “rutas” como llaman al transporte público. Un carril confinado que no se usa complica más el traslado.
Juárez parece ahora habitada por el abandono, comentan con tristeza quienes disfrutaron sus noches de gloria en cualquier salón de la Avenida Juárez, donde antes la fiesta hilaba el día con la noche sin interrupción.
Un trabajador social que atiende a jóvenes en riesgo, explica que aquí, cualquier “sospechoso” puede ser detenido.
Los datos oficiales se olvidan al consultar los estudios coordinados por Clara Jusidman en Incide Social sobre cómo se ha construido la violencia en este lugar.
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