Espectáculos
Publicado el jueves, 7 de junio del 2012 a las 14:04
Saltillo, Coah.- Los incendiarios de libros, esas almas tristes que creen que la fantasía es perjudicial para la mente, no ganarán la batalla. En “Fahrenheit 451”, Ray Bradbury nos advierte lo que sucedería si alguien intentara exterminar la literatura del mundo. La idea surgió, entre muchas cosas, de la propia historia humana. En el prólogo del libro, el escritor estadounidense recuerda que personajes como Hitler y Stalin acabaron con miles de obras, sin olvidar la quema de las grandes bibliotecas como la de Alejandría. Sin embargo ninguno de esos desafortunados sucesos detuvo la creación artística. Tampoco aniquiló a la poesía o a la generación de conocimiento. A pesar de incinerar páginas y páginas a través del tiempo, siempre venció la necesidad de emocionarse, de embarcarse en la aguda experiencia literaria.
La mañana de ayer el mundo despertó con una triste noticia. El celebrado escritor murió el 5 de junio a los 91 años edad. Los lectores lo recuerdan como ese joven que vendía periódicos en Los Ángeles y que unos años más tarde se convirtiría en un narrador inolvidable.
El autor pensaba (y así lo manifestó en varias de sus obras) que todos, cuando morimos, debemos dejar algo atrás, “un hijo, un libro, un cuadro…”. Algo que las manos “tocarán de forma especial para que tu alma tenga algún sitio a dónde ir cuando tú mueras”. Bradbury dejó familia, amigos y numerosas historias. Él creía que la misión del ser humano era mejorar su entorno, hacer del mundo un lugar digno. “Hubo una ave llamada Fénix, mucho antes de Cristo. Cada pocos siglos encendía una hoguera y se quemaba en ella. Pero, cada vez que se quemaba, resurgía de las cenizas, conseguía renacer. Y parece que nosotros hacemos lo mismo, una y otra vez, pero tenemos algo que el Fénix no tenía. Sabemos el tamaño del error que acabamos de cometer”, escribió Ray Bradbury en “Fahrenheit 451”.
Contra el fuego
El narrador dijo en varias ocasiones no era necesario deshacerse de los libros si las personas no leen, que no están abiertas al aprendizaje. Por eso, al no completar sus estudios universitarios “formales”, el joven Ray fue un “estudiante de la vida”. De manera independiente curó sus inquietudes y sus ansias del saber a través de los libros, sus entrañables maestros.
En la página oficial de Bradbury el escritor declaró: “La gran alegría de mi vida ha sido levantarme cada mañana e ir corriendo hacia la máquina de escribir porque me llegó una nueva idea. El sentimiento que tuve cada día es muy parecido al que sentía cuando tenía 12 años. En cualquier caso, aquí estoy, de 80 años, sin sentirme diferente, lleno de esta gran sensación de felicidad, y contento por la larga vida que he disfrutado. Tengo buenos planes para los siguientes 10 ó 20 años, y espero que ustedes me acompañen”. Poco antes de cumplir los 90 años, el autor seguía agradecido con la vida y con la literatura. Decía que aún le faltaban decenas de libros por publicar.
Obras como “El Hombre Ilustrado”, “Crónicas Marcianas”, “Las Doradas Manzanas del Sol”, “El Vino del Estío” y otros libros serán la herencia de Bradbury para el mundo, esos objetos donde habitará el alma de un gran escritor.
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